Sin exagerar, da miedo caminar por las calles o acudir a los mercados de Santo Domingo de los Colorados. Quien lo hace se lleva un susto y hasta se puede entrar en pánico, por el terror a contagiarse con el virus.
En muchos lugares de esta ciudad de la provincia Tsáchila, las personas no usan la mascarilla o lo hacen mal, no se distancian los dos metros requeridos, se aglomeran casi codo con codo y beben cerveza o licor en la calle, sobre todo en los barrios.
Este comportamiento ciudadano, sin duda, ha incidido en el aumento de los casos de personas contagiadas con el covid-19, desde que este cantón cambió al semáforo amarillo el 25 de mayo. Hasta ayer había 2 415 enfermos, según las cifras oficiales.
Por esta indisciplina, el Comité de Operaciones de Emergencia nacional amplió el toque de queda, de 21:00 a 05:00, y se prohibieron las reuniones de hasta 25 personas. Las dos nuevas restricciones se aplican desde ayer en los cantones de 14 provincias que se encuentran en semáforo amarillo. En esa lista está Santo Domingo de los Tsáchilas.
Con esas medidas se intenta frenar el contagio, pero no se tendrán resultados favorables si los ciudadanos no ponen de parte, para evitar que el virus se propague.
Es imposible detener la transmisión si todos se atiborran, como sucede en el mercado de mariscos de Santo Domingo.
Allí, lo único que se toma es la temperatura y en la mano. No hay control de nadie: ni de los comerciantes ni de las autoridades.
Hay momentos en que los compradores y quienes manejan los triciclos que llevan los mariscos coinciden en la angosta puerta de salida y todos quedan juntos, a menos de un metro de distancia. Algo similar ocurre en el nuevo mercado municipal, donde los clientes y los comerciantes están muy juntos.
En la mayoría de los cantones se ve poco empeño en protegerse y menos control. Aunque, tampoco hay un policía para cada ecuatoriano, por lo que a los ciudadanos nos toca asumir la responsabilidad de cuidarnos.