Los ecuatorianos que no se detienen
Cuando conocimos que los productores de brócoli no detuvieron sus faenas en el campo, ni siquiera en la cuarentena, sentimos su lucha, porque esta crisis no ha sido fácil para nadie.
Ellos siguieron trabajando, entregando su producto a las empresas, no hubo despidos, según los empresarios; se cuida a los trabajadores para que no se contagien con el virus; las exportaciones han seguido y se buscan nuevos mercados de venta; es decir, hay mucha batalla, para no caer.
Su lucha contagia optimismo y esperanza, porque sí es posible seguir. Así lo hacen también las 600 familias de campesinos que cultivan el chocho en Chimborazo, quienes fortalecieron su asociación con las 10 organizaciones, tienen un centro de acopio, proporcionan semilla certificada a los demás agricultores y hasta consiguieron una certificación de buenas prácticas agrícolas de Agrocalidad en el confinamiento.
En Carchi están los productores de papas, que dan valor agregado a este tubérculo, para tener un mejor precio; y en los suelos de esa provincia también se apuesta por el aguacate para la exportación, con la intervención de una empresa que tiene una planta para la logística del producto.
En la vecina Imbabura, los habitantes de Otavalo se las ingeniaron para ofrecer sus artesanías y poner en práctica su comercio. Por las restricciones para ir a las zonas urbanas crearon en sus comunas 10 ferias para vender todo tipo de productos.
En Tungurahua hay más ejemplos. Los dueños de negocios de Ambato y Pelileo, y los agricultores de cinco cantones aprendieron a manejar las herramientas tecnológicas y ahora hacen ventas virtuales.
Son solo unas pocas experiencias de esperanza, porque seguramente hay muchos más ecuatorianos que perseveran. Muchos lo hacen solos, pero también hay quienes tienen el apoyo de las empresas, los municipios, prefecturas, oenegés y hasta de cooperativas de ahorro. Este acompañamiento es importante para estas iniciativas que nos reactivarán a todos.