Después de la finalización del estado de excepción de septiembre, las medidas para la prevención del contagio con el coronavirus han sido improvisadas y ha faltado una coordinación más efectiva entre el Gobierno central y los gobiernos municipales.
Esas decisiones de última hora, por ejemplo, se tomaron el 21 de diciembre, cuando se dictó de manera sorpresiva un nuevo estado de excepción, a pocos días de los feriados de Navidad y de Año Nuevo.
Esa medida drástica llegó tarde y no se logró el objetivo de detener el contagio, como lo muestran las unidades de cuidados intensivos que están saturadas con enfermos graves en Quito, Cuenca, Santo Domingo, Ambato e Ibarra. Si bien el COE nacional se refirió como positivo el hecho de que más de 2 millones de personas dejaron de movilizarse por el país por las fiestas, no se frenaron las aglomeraciones, las fiestas clandestinas y las reuniones sociales.
Esa indisciplina se vio desde noviembre y se acentuó en diciembre, sobre todo en las dos semanas previas a la Navidad.
Los controles de los municipios no fueron suficientes y hasta fueron desbordados, como ocurrió en las zonas comerciales de varias ciudades, como Quito, Guayaquil, Cuenca, Santo Domingo y otras, que colapsaron por la gran cantidad de personas que llenaron las calles para hacer las compras.
Lo que pasó en diciembre no es un hecho aislado, pues desde mediados de septiembre comenzó una especie de relajamiento de los ciudadanos -que tienen mucha responsabilidad- y de las autoridades.
No se ha visto un acompañamiento gubernamental a los municipios, en los cuales quedaron concentrados los controles y medidas, según sus competencias. Ha habido exhortos y la intervención de la Policía.
Este debilitamiento se agravó más con la crisis económica en los municipios, por la falta de pago de las asignaciones estatales. Así, cada uno hizo lo que pudo por su lado y ahora el contagio está desbordado.