Trump, la prensa y los pálidos reflejos
El Presidente de los Estados Unidos se molestaba con que argumente el periodista de la cadena televisiva y una becaria le intentó arrebatar el micrófono. La información oficial decía que Acosta puso sus manos sobre la becaria. Una versión muy a tono con las torcidas tergiversaciones de los gobiernos autoritarios que bien sabemos cómo operan.
El juez nombrado por Trump emitió una orden que podría ser temporal hasta que se ventile todo el episodio pero que solamente demuestra que el poder, aquí, allá y acullá se ve perturbado por la labor de la prensa.
En Estados Unidos esa expresión libre parece ser sagrada, pero aun así el poder se siente incómodo con los periodistas. En este caso hasta medios que están en la línea de apoyo al Presidente mostraron su desacuerdo con el trato al periodista.
La Casa Blanca impondrá nuevas reglas. Donald Trump reaccionó frente a la orden del juez y dijo que podrá levantarse y dejar plantados a los medios cuando se sienta incómodo con las preguntas. El típico desplante de los políticos prepotentes a los que escuece la labor de la prensa que intenta descubrir aquello que el poder quiere ocultar y muchas veces mostrar sus costuras.
En Estados Unidos la tarea de la prensa tampoco es cosa fácil. Un apunte sobre medidas de seguridad en las dos veces que visité el Departamento de Estado, la entrada al Capitolio y a la propia Casa Blanca. Todo un operativo. Para cubrir el departamento de Estado hay que estar acreditados allí. Pregunté por la limitación y la respuesta fue obvia: no todos los periodistas de Washington pueden entrar, aquí hay unos 1 000 periodistas (era 1988). Estaba claro. Las preguntas en las ruedas de prensa tenían sus límites. Entones el periodista decano -un corresponsal de las grandes agencias -otorgaba la palabra de modo rotativo a los medios elegidos por él.
En todo caso, cabría decir que el episodio ‘viralizado’ esta semana es solo un ‘pálido reflejo’ de la guerra planetaria desatada por acá en la década pasada.