A través de figuras, la psicóloga Edith Delgado explora en emociones de su paciente. Foto: Patricio Terán / EL COMERCIO
En diciembre y enero, también en junio, se registra una especie de ‘temporada alta’, para los consultorios de psicólogos, psiquiatras y más terapeutas. Aunque no hay cifras oficiales, en esos meses -cuentan los entrevistados- más pacientes llegan por primera vez e incluso para citas de ‘mantenimiento’.
Los profesionales indagan en torno a preguntas sobre: ¿Cómo está su nivel de satisfacción con la vida que lleva? ¿Qué cambiaría si pudiera?
Unos no quieren hablar. Otros van obligados por familiares, se les hace difícil encarar el hecho que les genera un problema o tienen el prejuicio de que “no están tan mal como para ir a un ‘loquero’”. Aunque eso está cambiando, más con jóvenes y adultos jóvenes.
Lo señala Freddy Carrión, secretario de la Sociedad Ecuatoriana de Psiquiatría.
La Organización Mundial de la Salud calcula que una de cada 10 personas requiere o requerirá de un tratamiento para una dolencia mental. Y uno de cada cuatro padecerá de un desorden mental en su vida.
En el país, los trastornos neuróticos, por situaciones estresantes, molestias físicas con causas psíquicas; del humor-afectivos, como depresión son los mayores motivos de consulta, según el Ministerio.
Los métodos para detectar y tratar estos y otros padecimientos son diversos.
La psicóloga Edith Delgado usa, por ejemplo, 18 figuras de personajes como Mr. Increíble, Baymax o Mickey Mouse, para que el paciente reconozca el esquema en el que se ubica: autosacrificio (el que cede siempre), abandono, grandiosidad, vulnerabilidad, etc.
Y les muestra personajes del filme ‘Intensamente’, para que identifiquen qué les hace sentir una situación: alegría, tristeza, temor, furia o desagrado.
Con la psicoterapia basada en evidencias trata a algunos pacientes. Los enfrenta a sus miedos, usa gafas de realidad virtual o hipnosis. Incluso, recibe llamadas urgentes.
En general son 10 sesiones, para casos no tan graves de ansiedad, depresión y estrés. A la tercera cita -dice- se ven cambios. Para terapias de pareja son 25 sesiones, que al principio se hacen una vez por semana, luego cada 15 días y cada 30.
La terapia de Fernanda (nombre protegido) arranca con un: ¿cómo has pasado? Es la llave para abrir el mundo de vivencias que no ha superado en sus 29 años. Hace cuatro años acudió a un psicólogo para cerrar ciclos. Su meta: sentirse tranquila pese al alejamiento de sus padres, un divorcio y una relación tóxica.
Algunos -dice Édgar Zúñiga, terapeuta familiar sistémico y docente en la UDLA- se deciden a buscar ayuda al empezar un nuevo año. “La gente se hace un autoanálisis y busca respuestas a hechos incómodos”.
A su consulta llegan personas a quienes les cuesta gestionar sus emociones. “Les falta desarrollar la inteligencia emocional”. Hay gente muy competente -anota- pero desconfían de sí mismos. Necesitan buscar afirmación en otros: pareja, hijos, o en el alcohol.
A estos se suman los ‘stops’ o ‘no puedo’, obstáculos que se adquieren desde la niñez. Por eso -reitera Zúñiga- el adolescente debiera ir al psicólogo porque empieza a definir su proyecto de vida.
Pero en el mundo, no hay suficientes profesionales de este tipo. La OMS dice que en los países con mayores ingresos la tasa se sitúa en un profesional por cada 2 000 habitantes, en otras partes del mundo solo se registra uno por cada 100 000.
Datos de este año del Ministerio señalan que en centros públicos hay 1 034 especialistas en psiquiatría y psicólogos clínicos. Es menos de uno por cada 10 000 habitantes. También hay centros privados.
En total hay 7 510 psicólogos en el país; 1 811 en Quito. Y 347 y 117 psiquiatras, respectivamente, detalló la Agencia de Aseguramiento de la Calidad de los Servicios de Salud y Medicina Prepagada (Acess).
Sara Vinueza y Ana Trueba tienen sus consultorios en el norte y en los valles de Quito.
Trueba cuenta que el inicio del año suele ser el momento para hacer una pausa y evaluar situaciones que se quieren cambiar. Pero Vinueza anota que la atención psicológica requiere de tiempo y paciencia.
En eso coincide el psiquiatra Carrión, quien dice que eso causa recaídas y empeoramiento de cuadros. “Fechas como la Navidad y fin de año suelen disparar los cuadros depresivos, por lo que la gente viene en enero. También en junio, al final de clases”.
¿Por qué van al terapista? Delgado dice que para superar ansiedad, depresión, adicciones no solo al alcohol y a otras drogas sino también a pornografía; para terminar relaciones tóxicas, con amantes, etc. “Ellos deciden: perpetúan la molestia o se sanan”.