Redacción Quito
Los habitantes del sector sur de la Villa Flora, en el sur, se unieron hace cinco años para ahuyentar a la delincuencia. En cada calle del barrio existe un jefe que organiza a los dueños de las casas de ese bloque, para salir a hacer las rondas de vigilancia nocturna.
Al menos una vez por semana, a partir de las 20:00, la gente que habita en el sector sale a las calles aledañas a pitar y hacer ruido para que los delincuentes se asusten. Además, con su propio aporte económico han colocado dos alarmas con dispositivos de encendido en cada vivienda. Además de dos pulsadores en puntos estratégicos de las calzadas del sector.
Las rondas
Los moradores se reúnen para las rondas por medio del teléfono o de circulares.
Otra forma para hacer ruido es con música. El anterior fin de semana salieron a la calle con mariachis.
Cada vez salen entre 40 y 60 personas a las marchas.“De esta manera, si una persona del barrio se encuentra en un apuro y no llega a su casa para prender la alarma, lo puede hacer desde estos mecanismos secretos”, revela el educador Rodrigo Ortiz, uno de los representantes de la comunidad.
Actualmente, tienen dos alarmas más listas para ser colocadas. No obstante, el fondo económico no les ha alcanzado para comprar los cables conectores.
Cada habitante del sector sabe que si la alarma suena una vez, significa que es advertencia; pero si lo hace tres veces quiere decir que algo grave está sucediendo, entonces deben salir a la calle. Y si la sirena suena sin parar es que existe peligro, en ese caso, “salimos con garrote en mano”, dice Ortiz.
El coordinador del barrio, José Lucero, afirma que en la esquina de las calles Pedro de Alfaro y Gil Martín es el lugar donde más delincuentes se juntan. Ese sitio es un pasaje peatonal con dos edificios al lado izquierdo y un muro al derecho. Une al barrio con las calles donde se encuentran el Banco Procredit y Servipagos. Además, es la salida más rápida para la av. Maldonado.
Antes, el callejón estaba repleto de grafitis con códigos de ladrones y mensajes obscenos, dice Ortiz. Sin embargo, “nosotros, con la ayuda económica de los vecinos, donamos pintura para desaparecerlos”.
Ahora, el muro está pintado de un color verde aguacate, no tiene ningún daño. Además, dos anuncios costeados por los moradores se leen a la entrada y salida del callejón. “Advertencia. Este sector cuenta con alarmas comunitarias y comité de seguridad urbana para repeler la delincuencia. No se exponga.”, dice uno de ellos.
Los vecinos están convencidos de que por su organización los delincuentes se han alejado y ahora hay menos problemas que antes. Sin embargo, todavía se registran inconvenientes.
Mercedes Villa, otra de las líderes de la comunidad, afirma que hace una semana robaron una casa en el barrio. “Necesitamos ayuda de la Policía. Nos han ofrecido un PAI (Puesto de Auxilio Inmediato) en el parque, pero no se ha hecho nada”.
Asimismo, Villa cree que la patrulla que recorre el sector no basta. “En cada barrio se necesitan dos patrullas por lo menos”.
Los tres coinciden en que, para un mejor funcionamiento, todos los barrios deberían emularlos. Porque, además, cuando salen a realizar las rondas, los vecinos se conocen más y han formado buenas amistades, que les permite ser unidos.