Daniela Mena
Creo fervientemente que nuestros vecinos colombianos han desarrollado una capacidad extraordinaria de ver más allá de las crisis y aprovechar todo lo que tienen para promocionarlo y generar riqueza e inversión para su país.
Una muestra es que tanto el presidente Uribe como el canciller Bermúdez, avalaron con su presencia la campaña turística a favor de Colombia en Nueva York.
Especialmente por internet, se difunde esta campaña que invita al mundo a disfrutar de las bondades de nuestro país vecino, en la que se ha invertido una importante suma, pero cuyos réditos ya se ven: las estadísticas especializadas reseñan que la cifra de visitantes en Colombia subió en este año a pesar de las crisis económica, diplomática, la pesadilla de la guerrilla.
Nosotros, desafortunadamente, seguimos deteniéndonos por cualquier cosa, sin poder ver más allá de nuestras narices, anclados en los eternos problemas políticos, en huelgas, paros, escándalos, etc. Nos hemos conformado a ver este panorama repetirse una y otra vez, y a creer que es normal que gente capaz no tenga un trabajo digno y bien remunerado, y que tanta gente mediocre y vividora de las regalías de una colaboración política tengan todas las ventajas para abusar de ellas.
No vemos más allá, Colombia ha aprendido que con esta herida abierta de la guerrilla hay que optimizar absolutamente todas las posibilidades para atraer turismo e inversión, mientras que con esta pasividad que ya tiene que ser declarada anacrónica, nos vamos quedando de brazos cruzados frente a las iniciativas de otros.
Juan Luis Guerra y Ticket Show
Soledad Martínez
El concierto de Juan Luis Guerra en Quito mostró dos caras de una misma moneda. El cantante y su orquesta fueron fabulosos, con una entrega y energía espectaculares, y finalmente una gratitud al público que pasó de todo para llegar hasta ahí. En cambio Ticket Show, la empresa organizadora, fue el desastre y el irrespeto grande.
Es casi imposible entender que el único mecanismo que hayan encontrado para el canje de las entradas fue habilitar solamente tres ventanillas en el coliseo Rumiñahui, que demoraban en promedio 7 u 8 minutos en atender a una persona, por lo que el que menos demoró en el canje debió esperar 3 horas para obtener un boleto. Esto es inaceptable, la empresa organizadora debe dar un trato respetuoso a un público que está pagando por un show, que no solamente inicia el momento en que aparece el cantante.
Además de esa tortuosa espera, los asistentes debimos esperar afuera del coliseo porque los organizadores tuvieron la brillante idea de abrir las puertas recién a las 6 de la tarde. Es decir, para las 8 de la noche, el promedio de tiempo invertido por un asistente fue de 5 horas.
Y no conformes con eso, a las 8 de la noche cuando debía empezar el show principal, empezaron a desfilar por el escenario una cantidad de artistas y animadores desatinados a quienes el público no fue a ver, y a quienes no quería escuchar.
Es increíble que Ticket Show no haya aparecido el día del canje de los boletos para explicar tanto desorden, ni hayan emitido hasta ahora una disculpa pública por las molestias.