Los vendedores autónomos recorren en el centro de Cuenca. Foto: Xavier Caivinagua para El Comercio
El comercio informal creció en diciembre. Navidad y fin de año son las épocas de mayor venta y por ello estos vendedores ocuparon las calles y los sitios públicos de ciudades como Cuenca, Guayaquil, Ambato y Santo Domingo.
En esta última ciudad, las autoridades municipales no descartan que el incremento de ambulantes en sus calles estuviera asociado con el desempleo por la contracción económica del país.
Mariela C. perdió su empleo en una institución pública en septiembre pasado. Le dijeron que su desvinculación se dio por la situación económica y no podían sostener la nómina.
Esta ingeniera de sistemas encontró una oportunidad en la venta de ropa en las calles. A diario, con su esposo, estaciona su camioneta para ofertar prendas de vestir. “Busqué empleo en varios lugares, pero hasta ahora no lo consigo. Por eso tuve que incursionar en un empleo informal”.
Para el director de Control Territorial del Municipio, Camilo Yépez, históricamente este tipo de comercio es un problema, porque Santo Domingo creció con los informales, pero a finales del año pasado se evidenció una mayor cantidad y “no necesariamente por la temporada de Navidad y fin de año”.
Según el catastro del Municipio, en los dos últimos años unos 8 000 comerciantes ambulantes recorrían las calles de Santo Domingo. Ahora estiman que superan las 15 000. Ellos ofertan ropa para niños, perfumes, bisutería, refrescos y productos naturales. Se ubican en las calles Ambato, 29 de Mayo, Quito y 3 de Julio.
La ordenanza que regula el orden en las vías públicas estipula que quienes hagan actividad comercial en las calles deben pagar USD 7 al mes por hasta siete metros cuadrados. Pero no todos cumplen con la contribución, solo 3 500 comerciantes lo hacen.
En Cuenca, en cambio, más de 2 000 vendedores ambulantes recorrieron el centro el mes pasado, según datos de la Guardia Ciudadana del Municipio. Ellos ofertaron juguetes, adornos navideños, calzado y ropa, principalmente.
Para evitar una mayor proliferación de comerciantes, las direcciones municipales del Centro Histórico y Control Urbano organizaron seis ferias navideñas en plazas, plazoletas y aceras del centro de Cuenca. Allí, hubo más de 500 artesanos y comerciantes.
Para controlar el orden y seguridad, los guardias ciudadanos no permitieron las ventas ambulantes en el parque Calderón y sus alrededores. Por ello, los comerciantes llegaban hasta una cuadra antes.
Otros como Joel Ramírez, procedente de Machala, prefirieron caminar cargando su mercadería para evitar a los guardias. Él solo se detenía para vender los gorros navideños y ropa para niños. Según Ramírez, pese a las restricciones, la capital azuaya es un buen mercado para vender.
Además, casi todas las tardes, desde el 23 de diciembre, había camionetas en las esquinas de la calle Gran Colombia, que están cerradas al tránsito por las obras del tranvía. Allí, se ofertaron ropa, carteras y calzado; los compradores se aglomeraron. Para el director de la Guardia Ciudadana, Guillermo Cobos, llegan solo por esta época y se van en enero.
En Guayaquil, el Cabildo no emitió permisos para comerciantes informales temporales, por ello no es posible establecer una estadística de cuántas personas se sumaron.
Pero en sitios como la avenida Olmedo, cuando no estaban presentes los policías metropolitanos, los vendedores desplegaban sobre el piso sus cartones o sacos con ropa, zapatos, juguetes, relojes, gafas, bisutería…
La calle 6 de Marzo, por la venta de monigotes, fue otra opción para los informales. Allí, si bien no hubo una autorización expresa para la venta en la vía pública tampoco se hicieron operativos de desalojo.
La comerciante Berta Miranda lo confirmó. “No se nos otorgó un permiso para vender en la calle, pero no nos molestan”, dijo en los 6 m2 donde expuso sus años viejos. “Después nos vamos con productos playeros. Recorremos Salinas, la península, Playas. Y así con las demás fechas como Día de la Madre, Día del Padre, la venta de flores por difuntos. Visitamos muchos sitios donde haya venta”.
En Ambato, de acuerdo con el Departamento de Servicios Públicos del Municipio, hubo 700 comerciantes por Navidad y Año Nuevo, de los cuales 300 caminaron y el resto se ubicó en un tramo de la avenida Cevallos durante las noches.
Una de las ellas fue Luz Haro, de 70 años, quien llegó de Píllaro para vender artesanías en madera que trajo de Ibarra. Ella aprovechó para obtener algo de dinero. “La situación económica es difícil y hay que buscar un sustento”.
Hubo operativos entre las policías Municipal y Nacional para evitar el cierre de las calles centrales, dijo Jonathan Álvarez, director de Servicios Públicos Municipales.