En la víspera se da una serenata, como parte del programa cultural Memoria y Sentimiento, del Cabildo en Cotacachi. Foto: Francisco Espinoza para EL COMERCIO.
En Guayaquil casi nadie visita a los próceres. En Cuenca, Cotacachi y Esmeraldas se canta y se los visita la víspera del 2 de noviembre. En Manta, una niña siempre recibe flores; en Ambato ya no se sirve la pambamesa. Así se recuerda a los difuntos.
El mausoleo de Vicente Rocafuerte se divisa, imponente, al final de un sendero de palmeras que empieza en la puerta 3 del Cementerio Patrimonial de Guayaquil. El camposanto, habitualmente desolado, cobró vida ayer (2 de noviembre de 2017).
Pocos se detuvieron a saludar al expresidente de la República, que fue inmortalizado en una estatua de bronce de tamaño real. “Yo no lo olvido, siempre me detengo un momento para verlo”, contó Joel Marcial, quien se paró frente a la tumba de Rocafuerte.
El Cementerio Patrimonial de Guayaquil tiene más de 700 000 tumbas. Aquí yacen los restos de 15 expresidentes, próceres de la Independencia, artistas que dejaron huella. Pero ayer, muy pocos se acordaron de ellos.
En Manta, el cuerpo nunca ha sido reclamado por sus familiares y tampoco se conoce su identidad. Han pasado 21 años y, desde entonces, se ofrecen USD 250 000 a los verdaderos parientes de una niña, quien en 1996 fue una de las 32 víctimas del accidente de avión de la compañía Million Air.
Su cuerpo reposa en una de las primeras tumbas del cementerio de la avenida 25, en el puerto de Manta. Ayer, los habitantes colocaron velas en el nicho que tiene la leyenda: “A la niña del accidente del avión de 1996”. En Manta es una tradición llevarle flores en esta fecha especial.
En Cotacachi, capishcas, pasillos y valses se interpretaron en la serenata a los difuntos. La velada es la cuarta edición de Memoria y Sentimiento, que organiza el Municipio, como un homenaje a los seres queridos.
En Esmeraldas, cantan y conversan con sus difuntos. Un par de arrulladoras entonan la música que disfrutaba en vida el difunto.
Los indígenas de Chibuleo y Pilahuín (Ambato) lucen sus mejores trajes típicos para visitar a sus difuntos, pero ya no sirven la pambamesa.
Miles de cuencanos velaron a sus difuntos la noche del miércoles, en el Cementerio Patrimonial. Es una tradición que persiste por décadas.