Con frecuencia podemos observar cómo ciertas personas sienten la necesidad de hacer notar su presencia hablando cualquier disparate o tontería para llamar la atención de los que le rodean o de la ciudadanía, no les importa hacer el ridículo o llenar de vergüenza a familiares y conocidos, lo importante para estos seres “superdotados” es sentirse sabios y pensar que sus intervenciones deslumbran a quienes tienen el mal momento de escucharles, creen que con sus “brillantes ideas” han hipnotizado a los presentes y que su altísimo coeficiente intelectual ha sido puesto a prueba. En política y en la administración pública estos hechos son tan comunes que muchas veces encontramos a estos “sabios personajes” especializados en “todología” y con su ego expandido opinando y discutiendo de todo, hablan sobre hechos que desconocen sin ningún rubor, cuando se les pide desarrollar o explicar los temas por ellos enunciados a más de su clásica verborrea nunca se olvidan de decir que sus palabras fueron “sacadas de contexto”. Su retórica activamente superficial e inestable, gusta llamar la atención.