La vivienda donde los adolescentes permanecieron el momento del secuestro. Foto: Eduardo Terán / EL COMERCIO
Testimonio de María, de 16 años, quien fue víctima de un secuestro y asalto junto a cuatro amigos, también adolescentes, en el Parque Metropolitano, ubicado en el nororiente de Quito.
“Eran las 16:00 del lunes 8 de octubre del 2018. Mis cuatro amigos y yo salimos de mi domicilio con dirección al Parque Metropolitano. Ingresamos por el sector de Bellavista. Estábamos tres chicas y dos chicos, de entre 13 y 16 años.
Tenemos la costumbre de reunirnos en una casa abandonada que hay allí para conversar, pero no nos imaginamos lo que allí nos iba a pasar. Yo vivo en esa zona desde hace dos años y a esa vivienda he ido muchísimas veces con ellos.
Esa casa tiene gradas, luego se entra a un pasillo y tiene cinco habitaciones. Atrás, por afuera, hay un baño. Algunos vidrios están rotos y las paredes están grafiteadas.
Tras llegar, una amiga y yo salimos al baño. En ese instante, tres desconocidos se nos acercaron, uno llevaba puesto un pasamontañas. A los otros sí se les veía la cara.
Ellos corrieron hacia nosotras y comencé a gritar muy fuerte para pedir ayuda. Cuando estaba al frente de la casa, mis amigos observaron que ese hombre me perseguía. Seguí corriendo para dirigirme a la garita, ubicada a 200 metros de ese lugar.
El hombre con el pasamontañas me seguía y otro hombre le arrojó a mi amiga al piso. El tercero entró a la casa para amedrentar a los otros chicos. Yo corría lo más rápido que podía y a 50 metros de la garita, él me tomó del cabello y me apuntó con un cuchillo en la espalda. Me dijo si gritas te mato. En esos momentos, el guardia de seguridad nunca apareció, ni me escuchó.
Subimos a la vivienda y me preguntaba si tenía teléfonos u otras pertenencias de valor. Al mismo tiempo me manoseaba. A mi amiga que le botaron al piso la llevaron a una habitación y allí estuvo con mis amigos. Era el único cuarto que tenía una puerta.
Luego, esos hombres comenzaron a manosearnos y a pedirnos las pertenencias. Nos exigieron que desbloqueemos nuestros celulares para llevárselos. Una amiga lloraba y uno de esos hombres la amenazó para callarla.
Otra se escondió el celular en el sostén. Un ladrón le preguntó por su teléfono y le contestó que no tiene. Él se enojó, la manoseó, encontró el aparato y le puso el cuchillo en el cuello. ¿Por qué me mientes?, le dijo.
Abrieron nuestras mochilas, las rompieron. Se llevaron lo que teníamos. Vaciaron en el piso las cosas que guardábamos como cuadernos y cartucheras. Nos arrancaron los aretes y pulsera.
Nos amarraron de brazos. Nos sacaron los cordones de los zapatos para sujetarnos las piernas. Con cinta adhesiva nos maniataron. Nos sacaron los zapatos y se los llevaron. También el dinero que teníamos.
A cada rato amenazaban. Nos taparon la boca de forma agresiva con cinta adhesiva. A los chicos les envolvieron toda la cabeza con la cinta.
Nos dejaron adentro de la habitación y ellos salieron. Nosotros escuchábamos lo que conversaban y uno de ellos decía a quién le matamos, a quién nos lo llevamos. Mis amigos y yo entramos en pánico, estábamos desesperados.
Finalmente, uno de ellos se nos acercó y nos dijo que nada nos iba a pasar, que nos quedemos tranquilos. Ingresó otro y me insultó por tratar de correr. Nos amenazó con matarnos, que iba a sacar el cuchillo.
Llorábamos mucho y ellos nos tomaron una foto. Nos dijeron ‘sonrían para los papitos’. Un amigo le preguntó que cuánto tiempo les iban a tener amarrados. Le contestó que dos horas. Si se salen antes de ese tiempo o tratan de zafarse, venimos a matarlos porque estaremos pendientes de ustedes, les dijo.
Cerraron la puerta y salieron. Escuchamos ruidos. Comenzamos a llorar. Imaginábamos todo lo que nos podía pasar.
En total nos quedamos una hora allí hasta desamarrarnos. Dejamos las cosas allí y salimos corriendo. Nos encontramos con el guardia y nos dijo que recién cambiaba de turno. Al llegar a mi casa nos encontramos con mis familiares y les contamos lo que sucedió.
Estuvimos secuestrados y sin podernos mover durante una hora y media, es decir hasta las 17:30”.
Ayer diario EL COMERCIO habló con los familiares de María. Señalaron que fueron a denunciar el asalto en la Unidad Judicial Norte, en Carcelén, pero allí les indicaron que habían problemas con el sistema informático. Hoy, miércoles 10 de octubre del 2018, intentarán nuevamente poner la denuncia.