Cuando se dio a conocer el terremoto que sacudió a Haití, los expertos supieron de inmediato que sería uno de los peores desastres naturales recientes.
Además de haber ocurrido en uno de los países más pobres de Occidente -y uno de los menos preparados para enfrentar un desastre de este tipo- sacudió a una zona donde se ubica una compleja y delicada red de placas tectónicas y fallas geológicas.
Haití está situado en medio de un vasto sistema de fallas geológicas que resultan del movimiento de la placa del Caribe y la enorme placa de Norteamérica.
Igual que en otras zonas donde colindan placas tectónicas, en los límites de la placa del Caribe hay una actividad sísmica muy importante, debido a estas fallas. Y fue el deslizamiento súbito de una de estas, la falla de Enriquillo, la que condujo al desastre.
Se calcula que el epicentro del terremoto, de 7,3 grados en la escala de Richter, fue a unos 15 kilómetros de Puerto Príncipe, y el hipocentro (el punto debajo de la superficie terrestre donde comenzó la ruptura) fue a solo 8 kilómetros de la superficie.
Esta proximidad a la superficie, dicen los expertos, hizo que las fuerzas de choque de la tierra fueran más intensas y destructivas.
Las construcciones en zonas de terremoto en países industrializados se erigen sobre sistemas de amortiguamiento. Estos permiten ‘capear’ los temblores, no solo dejando que los edificios se sacudan hacia adelante y atrás, sino que giren junto con el movimiento de la tierra. En cambio, las sencillas estructuras de concreto de Haití se desmoronaron cuando se les sometió a esta presión.