Santiago Estrella Garcés
Corresponsal en Buenos Aires
Según una encuesta de la cadena británica de TV UKTV Gold, entre más de 3 000 consultados, el 58% cree que Sherlock Holmes, junto a su compañero Watson, existió en realidad y no fue solo un personaje de ficción.
Pistas biográficas
Arthur Conan Doyle nació el 22 de mayo de 1859 en Edimburgo, Escocia. Murió el 7 de julio de 1930. Estudió Medicina mientras escribía sus primeras historias.
Su primera pieza que ganó renombre fue el ‘ Estudio en Escarlata’, en donde aparecía por primera vez el detective Sherlock Holmes que, dice el mito literario, se basó en un profesor llamado Joseph Bell.
En 1902, el imperio británico le otorgó el reconocimiento de Caballero del Imperio Británico y el tratamiento de sir. Antes había publicado varios artículos de orden político.
Un 23%, en cambio, cree que Winston Churchill, el político inglés más importante del siglo XX, fue un personaje ficticio.
Tal es la fuerza de Holmes que desplazó a su autor, sir Arthur Conan Doyle, de cuyo nacimiento se celebró el 22 de mayo el 150 aniversario.
Holmes vive por sí mismo. Por eso Doyle tuvo que asesinarlo en ‘El problema final’.
Si bien no es el padre de la literatura policial (honor que la crítica guarda para Edgar Allan Poe), Conan Doyle vigorizó lo que será una larga tradición: el relato enigma, en donde el investigador resuelve con rigor matemático un crimen.
En Argentina, el género policial se ha movido de la novela enigma a la novela negra, para volver al enigma. Jorge Luis Borges solía decir que “pensar de tarde en tarde en Sherlock Holmes es una de las buenas costumbres que nos quedan”. Él y Adolfo Bioy Casares suelen ser considerados los fundadores del policial argentino, aunque antes Eduardo Holmberg y Eduardo Gutiérrez acusaran en sus relatos influencias de Poe y Conan Doyle. En el prólogo de ‘Seis problemas para Don Isidro Parodi’, Borges y Bioy Casares se congratulaban de la aparición de “un héroe argentino, en escenarios netamente argentinos”.
Parodi ocupaba la celda 273 de la Penitenciaría, condenado a 21 años de prisión por haber propinado un “mortal botellazo en la sien al carnicero Agustín R. Bonorino”. A la cárcel van a pedir la resolución de problemas que, normalmente, se producen de manera deslumbrante.
Quizá este deslumbramiento sea lo que comience a alejar al policial del enigma para orientarlo a la novela negra, en donde, en términos generales, se tratan aspectos sociales del crimen en una sociedad corrupta.
“A mí en general el tipo de resolución tan intelectual me resultaba cargosa. Hay un cuento de Walsh, ‘Las aventuras de las pruebas de imprenta’, en que un tipo deduce todo ¡leyendo pruebas de imprenta! Nunca sé si todos los elementos están claros o si solo los tiene el autor y el lector jamás los va a descifrar”, dice el escritor uruguayo Ezequiel Alemian. Eso le pasó a Rodolfo Walsh, el siguiente ícono de la literatura policial argentina. Comenzó como escritor enigma cuando publicó, en 1953, ‘Variaciones en Rojo’.
Cinco años más tarde, Walsh lo definió como “un ejercicio entretenido y a la vez estéril de la inteligencia”. Ya comenzaba su transformación ideológica, de un descendiente de irlandeses mezclado con los sectores cultos de la sociedad, a un militante del ejército revolucionario Montoneros. En 1957 apareció su libro más celebrado, ‘Operación Masacre’, la historia de los fusilamientos de José León Suárez, en 1956, a partir de una frase: “Hay un fusilado que vive”.
“La figura del investigador o del cerebro investigador desaparece para ser suplantado por el periodista o por la comunicación que a través de las voces de la población se construye la verdad”, añade Alemian.
Ahora, parece haber un resurgimiento de la novela enigma, con Guillermo Martínez (‘Crímenes imperceptibles’) y de Pablo de Santis (‘El enigma de París’). Para Juan Sasturain, director de la colección Negro Absoluto, “no es posible hablar de ninguna manera de tendencias, ni siquiera de un resurgimiento, lo que hay es muchas novelas que tienen que ver con el género como el caso de la novela de Pablo (de Santis) o ‘Las viudas de los jueves’, de Claudia Piñeyro, muy apegados a la resolución de crímenes al modelo inglés”.
De cualquier modo, y aunque no se lo quiera reconocer, la huella de Doyle permanece.
“Queremos personajes fijos que se muevan en Buenos Aires, tratando de crear sagas de autor. Ahora, que eso vaya a derivar en una tendencia, es algo que quisiéramos, pero que todavía está por verse”, finaliza Sasturain.