Tumaco, municipio colombiano situado en la frontera con Esmeraldas,
tiene 200 000 habitantes. El mayor porcentaje está asentado en el área urbana. Foto: Alfredo Lagla / EL COMERCIO
Quince minutos de recorrido a pie conducen a la finca de Guillermo Hurtado. Su terreno está ubicado en el área rural de Tumaco, el municipio colombiano con la mayor cantidad de cultivos de coca de ese país. En las 8 hectáreas de su propiedad solo se ven plantaciones de palma de aceite.
Él es de los pocos agricultores de Tumaco, la localidad situada en la frontera con Esmeraldas, que le apuestan a este sembrío, al cacao o a las granjas camaroneras. “Es una opción lícita. La gente ya se da cuenta de que puede ser rentable”, dice Hurtado, un hombre de 53 años que ha dedicado los últimos 20 a esta actividad.
Pero su historia es aislada. El dinero que las FARC pagan a los campesinos dedicados a cultivar coca supera las ganancias que se obtienen por la cosecha de productos lícitos. La guerrilla, incluso, da “apoyo financiero” a los productores.
El dato lo revela Bismarck Preciado, director de Cordeagropaz, una ONG que asiste a campesinos en actividades agrícolas, pecuarias, acuícolas, pesqueras y forestales.
En los últimos 15 años, Tumaco pasó de ser una zona con escasos cultivos ilícitos a la mayor productora de hoja de coca.
¿Qué pasó en estos tres lustros para que este municipio
-de 200 000 habitantes- cambiara radicalmente?
Los campesinos relatan que una vez implementado el Plan Colombia, en el 2000, las fumigaciones aéreas para eliminar la hoja de coca se intensificaron en el Putumayo y el Guaviare. Eso originó una migración masiva hacia Nariño, el departamento donde está Tumaco.
Fue entonces cuando en esta localidad ocurrió el denominado ‘boom de la coca’. Hoy, las denominadas bandas criminales (Bacrim), integradas por exparamilitares, incluso ven a esta región como un puerto estratégico para controlar las rutas de droga hacia Centroamérica, Estados Unidos y Europa.
Desde el 2015 se han dado fuertes enfrentamientos contra las FARC, por dominar el territorio. El último informe de la Oficina de las Naciones Unidas para la Droga y el Delito (Unodc), publicado en el 2015, revela que los narcotraficantes pagan a los campesinos USD 1 por cada kilo de hoja de coca fresca.
El jueves 30, EL COMERCIO recorrió las fincas de un grupo de agricultores que apostaron a cultivos alternativos a la coca.
Jaime Ramírez se considera un ‘palmero viejo’. Tiene 6 hectáreas con plantaciones de este producto. Para ingresar a su propiedad hay que cruzar un terreno húmedo, lleno de lodo. Esa mañana, el tumaqueño, vestido con camiseta, jean, botas de caucho y gorra, explicó por qué los campesinos no abandonan el cultivo de coca.
El tiempo y la rentabilidad son las razones principales. La palma de aceite necesita 36 meses para empezar a florecer y dar los primeros frutos. Además, los productores deben invertir en químicos para evitar plagas. La coca, en cambio, requiere cuidados mínimos y se pueden obtener hasta tres cosechas en 12 meses.
El informe de la Unodc dice que la producción de coca aumentó en 44% en Colombia. Los cultivos pasaron de 48 000 hectáreas (ha) en el 2013, a 69 000 ha el 2014. Los principales aumentos ocurrieron en de Putumayo (5 942 ha), Nariño (4 108 ha), Cauca
(3 063 ha) y Caquetá (2 220 ha).
Emisarios van a la ciudad
La guerrilla no solo está presente en el área rural de Tumaco. Informes de militares colombianos revelan que el Frente 29, la facción de las FARC que opera en Nariño, envía emisarios a la ciudad para reclutar ‘inversionistas’ interesados en el negocio de la droga.
También hay otros sospechosos encargados de amedrentar a líderes comunitarios o gente que implementa proyectos alternativos al cultivo de la hoja de coca.
Preciado, el director de Cordeagropaz, por ejemplo, dejó Tumaco a mediados del 2013.
Él fue amenazado de muerte. Los técnicos de la organización social que trabajaban con los campesinos también suspendieron ese año sus actividades, debido a las intimidaciones de las bandas criminales y de los guerrilleros.
“O pagas o te matamos a ti y a tu familia”, le dijeron a Preciado en una llamada telefónica, luego de que se opusiera a las extorsiones de esos grupos.
A finales del 2013, el directivo regresó a Tumaco pero con protección estatal, que lo acompaña en las actividades diarias que realiza en Tumaco.