El martes, los familiares de Thalía mostraban sus fotografías y pedían que el caso se aclare lo más rápido posible. Foto: Xavier Caivinagua / EL COMERCIO.
Ha pasado casi un mes de la muerte de Thalía y María, su madre, no sabe qué ocurrió exactamente con su hija que apenas había cumplido 15 años.
En los cuatro días que la niña permaneció en coma, el médico le dijo que había huellas de abuso sexual. Todo empezó el pasado 11 de abril cuando la menor salió a una fiesta. Esa noche no retornó a casa y fue encontrada -casi sin vida- al anochecer del siguiente día.
Estaba a unos 600 metros de su casa, abandonada en un barrio desolado de Cuenca.
Fue trasladada a un centro de salud, en donde permaneció cuatro días, en estado crítico, hasta que falleció. “Nunca habló ni abrió sus ojos”, dice la mamá, quien al segundo día de internada autorizó que los especialistas la intervinieran.
El médico le explicó que era urgente una cirugía, porque habían detectado un químico que afectaba el conducto de la vagina. Por los síntomas, inicialmente no se descartaba una agresión sexual. Pero ahora, la investigación está enfocada en determinar qué tipo de sustancia pudo haberla matado, quién le dio y en qué momento.
El caso conmocionó a Cuenca y en apenas un mes y medio en esa ciudad se cuentan seis muertes violentas. Pero el fiscal del Azuay, Lizandro Martínez dice que están “con cifras por debajo de años anteriores”.
El primer crimen de este año se registró el 24 de marzo, cuando un ciudadano extranjero fue asesinado con 27 puñaladas, al interior de la casa que rentaba, cerca al centro de la ciudad. La Fiscalía investiga el hecho por robo y hay un detenido con prisión preventiva.
Desde allí se ha presentado un hecho tras otro y en este momento la mayoría de casos se indaga por el delito de robo.
A Carlos Javier, de 19 años, lo asesinaron con cuatro disparos.
Sucedió cuatro días después del asesinato del extranjero, en la parroquia rural de Baños. Ese día, después de un almuerzo familiar, los tres hijos de José y Marlene salieron de misa y en el camino fueron atacados por dos desconocidos que se movilizaban en moto.
Uno se bajó y le apuntó con un revólver en la cabeza a Diego, de 21 años, para que le dé el celular. El joven entregó su Samsung Galaxi C4000 y el desconocido le pegó con la cacha del arma en la cabeza.
Diego sangraba y en defensa, sus hermanos Javier, de 19 y José, de 18, enfrentaron al asaltante. “No pusimos resistencia al asalto, nos defendimos del ataque”, recordó Diego.
El desconocido atacó con ocho disparos en contra de los chicos. Javier recibió dos impactos en el abdomen, una en la pierna y otro en el tórax, que le perforó el corazón. En cambio, José se recuperó, pese a las heridas. Una de ellas le afectó el pulmón, pero está bien.
Cuando apenas pasaban estos hechos se registraron dos muertes violentas más. En una de esas estuvo involucrado un joven al que lo atacaron también por robarle un celular.
Poco a poco salen más detalles de ese caso. Ocurrió el 12 de abril, cuando desconocidos atacaron con arma blanca a un chico de 22 años. La puñalada le perforó el corazón y murió.
Los sospechosos se llevaron los celulares y el dinero. Decenas de amigos, familiares y vecinos de Cuenca escribieron en redes sociales y repudiaron las muertes. Los mensajes seguían y 17 días después apareció el cuerpo de Eloy I., de 85 años.
Había sido estrangulado, estaba atado de pies y manos y su cuerpo quedó en el interior de su domicilio en la parroquia Victoria del Portete.
Este sábado, en cambio, fue hallado el cadáver de una mujer de 47 años, que fue identificada como Rosa. Apareció en el interior de una alcantarilla, en una zona rodeada de maleza, en el barrio Mutualista Azuay II. La autopsia determinó que murió por golpes en la cabeza.
Rosa vendía frutas en un mercado de la ciudad y habría sido atacada cuando retornaba del trabajo. Al amanecer del siguiente día, la familia inició su búsqueda. La pista fue las huellas de sangre encontradas en un improvisado atajo que frecuentaban Rosa y sus vecinos, para acortar camino.
Su hija siguió esas huellas y se percató que sobre una alcantarilla había abundante sangre.
Al levantar la pesada tapa -con ayuda de otras personas- Tania encontró a su madre. “Fue escalofriante. Mi madre fue asesinada, despojada de toda su ropa y arrojada dentro de ese lugar sombrío”, contó. Un familiar recordó que en los últimos dos meses, la víctima recibió amenazas de muerte.
Por los dos últimos casos aún no hay detenidos y el resto está en etapa de instrucción fiscal. Estos hechos de violencia hicieron que las autoridades de las juntas parroquiales rurales se reunieran anteayer con los jefes de la Policía. A ellos les demandaron controles y patrullajes permanentes para contrarrestar la inseguridad.
En contexto
El Gobierno señala que en el país, el número de homicidios ha bajado de 1 723 en el 2013 a 1 303 en el 2014. Dentro de las estadísticas oficiales también se indica que la tasa de muertes violentas por 100 000 se ha reducido desde el 2010 hasta el 2014.