“Yo, Paola G. A., a mis 16 años fui acosada, violada y embarazada por el vicerrector de mi colegio… Me quité la vida y mi violador sigue libre”. La frase sobresale en un cartel colocado en la fachada del centro de salud de la ciudadela Martha de Roldós, norte de Guayaquil. Ahí se inauguró ayer una sala de primera acogida para atención médica y sicológica a las víctimas de delitos sexuales y violencia intrafamiliar.
El sitio lleva el nombre de Paola, quien ingirió 11 diablillos cuando supo que quedó embarazada de quien abusó de ella por cuatro años. El 12 de diciembre del 2002 murió.
“Curiosamente se quitó la vida el Día de los Derechos Humanos. A ella le arrebataron todos sus derechos: a la educación, a la seguridad, a no ser discriminada, a que su agresor sea juzgado, el derecho a la vida”, dijo Tatiana Ortiz, directora del Centro Ecuatoriano para la Promoción y Acción de la Mujer (Cepam).
Su caso impulsó la creación de la segunda sala de primera acogida en la ciudad. La otra funciona en el Hospital Abel Gilbert Pontón. En el país hay 15 salas en 11 provincias. En instalaciones como las Unidades de Vigilancia Comunitaria se ofrece atención.