Hombre fue sentenciado por violencia psicológica con…
Fármaco contra adicción al cannabis tiene resultados…
En 19 provincias de Ecuador se graduaron 8 500 nuevo…
En Guayaquil habrá eventos para celebrar a los refugiados
64 PPL fueron trasladados de la cárcel de El Inca en Quito
100 actores de la sociedad y museos de Quito celebra…
UNE se moviliza en Quito por la equiparación salarial
AMT controlará vehículos mal estaciones durante carr…

Si su hijo habla de abuso sexual no lo pase por alto, él puede ser víctima

notitle

notitle

Alejandra atesoraba su diario y lo tenía cerca hasta para dormir. Allí guardaba su secreto, pero la tarde de aquel viernes dejó caer el cuaderno por accidente al patio de su casa y su padrastro Arturo, lo recogió; lo leyó. Desde los 8 años, la pequeña, que ya tiene 13, había sido víctima de abuso sexual, y el agresor estaba en casa: Jaime, un hombre de 60 años, padre de Arturo y abuelastro.

“En más del 80% de casos de abuso sexual el agresor es una persona cercana a la víctima: tíos, primos, abuelos, padrastros, amigos, vecinos”, refiere Diana Regalado, psicóloga de la Unidad de Atención a la Víctima de la Fiscalía de Pichincha. “De las denuncias que llegan a la Fiscalía de Pichincha, solo un 15% corresponde a personas ajenas al afectado”.

Ruth, la madre de Alejandra, y Arturo trabajaban y dejaban a la niña y a los dos hermanos de esta al cuidado de los papás del padrastro. Ruth había notado un comportamiento extraño en su hija, pero lo atribuyó a la edad.

En ocasiones desaparecía de casa por más de cinco horas, tenía intensos dolores de cabeza, padeció anorexia y bulimia. Dos veces intentó suicidarse. La presencia y amenazas de Jaime evitaron que Alejandra dijera lo que ocurría. Su padrastro denunció el abuso.

Diana Regalado precisa que “el 80% de víctimas de abuso sexual son niños que no pasan de los 12 años. El medio socioeconómico puede ser cualquiera, eso no influye en el abuso”.

El domingo pasado, Denisse Mishel fue agredida por Julio, su padrastro, en Guayaquil. La pequeña, de 7 años, que había sido víctima de abuso sexual, fue apuñalada; aún sigue hospitalizada.

Jairo Bermúdez, encargado de la Brigada de Delitos Contra la Vida y Delitos Sexuales de la Policía Judicial, dice que, de su experiencia, por lo general las víctimas se quedan calladas y esconden lo sucedido, como consecuencia de las amenazas del agresor. “La víctima piensa que es la culpable del abuso”, sostiene el agente.

Cómo detectar el abuso

El niño violado cambia totalmente, deja de reír, de cantar; se vuelve retraído, baja en notas y tiene sangrados, refiere Carmen Jijón, coordinadora del área psicológica del Centro Ecuatoriano para la Promoción y Acción de la Mujer (Cepam).

“A veces los niños esconden su ropa interior o la lavan, intentan decirles a los papás, aunque en tercera persona. Por ejemplo: “Oí que a un amigo el tío le está haciendo eso”. Pero, en ocasiones se puede referir a él mismo, los padres deben tomar muy en serio esto. Es muy raro que los niños hablen de abuso sexual o de maltrato sexual como si fuera una mentira o un cuento”, señala Jijón.

Según Regalado, en los menores de edad son más evidentes los cambios emocionales y de conducta. Por ejemplo, “un niño que controlaba esfínteres se empieza a hacer pipí en la cama; ese es uno de los indicadores más habituales de abuso sexual infantil, porque son las áreas afectadas. Además, el niño traslada la angustia a su cuerpo, a la agresividad, a pesadillas. Las adolescentes escapan de casa si el abuso es intrafamiliar”.

Según Sandra Rosillo, fiscal coordinadora de la Unidad Especializada en Violencia Sexual e Intrafamiliar de la Fiscalía de Pichincha, se considera abuso sexual a todo acto contra una persona que vulnera su libertad sexual y afecta a su normal desarrollo.

1 308 casos de abuso sexual a niños llegaron el año pasado a la Fiscalía. En el 2009 hubo 1 141 noticias del delito por la misma causa. De ellas, 151 hechos (71 en el 2009 y 80 en el 2010) llegaron a sentencia condenatoria, según el Ministerio Público. 1 032 denuncias fueron desestimadas.

“Hay procesos judiciales que no continúan porque el agresor es familiar o por temor a represalias”, sostiene Rocío Montúfar, asesora legal del Cepam. “Las personas deben saber que tienen que denunciar, porque si se da el abuso una vez, va a volver a ocurrir”.

Renata y Julia, de 10 y 12 años, vivían con su madre, su padrastro y siete hermanos. Por la precaria situación económica asistían a una fundación, que era la encargada de coordinar las tareas de la escuela y de alimentarlas. El padrastro tocaba las partes íntimas de Renata y su hermana, Julia, fue testigo. La pequeña de 10 años fue abusada durante cuatro meses, su madre lo sabía, pero amenazó a su hija, la víctima: “Hablas y vas a ver lo que te pasa, te mato”.

El día que la Directora de la fundación denunció el caso a la Fiscalía, las niñas no durmieron en su casa, fueron remitidas a un centro asistencial. Él fue detenido.

Guayaquil

Carlos  Luis      Morales

Víctima de  robo en su domicilio

‘Mis empleadas ayudaron al robo’

Presuntamente mis empleadas planearon el robo de mi casa, por dos meses. Pero en su declaración en la Fiscalía dijeron que el autor intelectual era otro. Al oír que íbamos a poner cámaras de seguridad, parece que apuraron las cosas. El miércoles en la mañana, las dos le abrieron la puerta al desconocido para que entrara.

Según sus declaraciones, él las convenció para que le ayudaran diciéndoles que les daría un mejor empleo. Esa promesa no se cumplió. Una de las domésticas tenía cinco años trabajando para mí, la otra dos. Nunca sospeché nada.

Se llevaron un reloj de muñeca, marca Rolex. Su precio era de unos USD 25 000, que aún no termino de pagar. También se robaron a mi perrita preñada. Se llama María Mafalda, es una puc, su cabeza es negra y el cuerpo gris. Si saben algo de mi perrita llámenme al 08 792 4105, ofrezco una recompensa.

Después del robo, las empleadas llamaron a mi esposa preguntándole por María Mafalda, luego me llamó preocupada.

Cuando llegué a casa vi que faltaban cosas. Ahora comprendo que tu peor enemigo puede estar muy cerca.

La propuesta

 ‘Más trabajo en el campo’

 Miguel Cashabamba /Dirigente indígena

Aquí la seguridad debe ser analizada desde dos ámbitos. El primero es que los robos se han convertido en una especie de profesión y el segundo es que los atracos suceden por necesidad.

Por eso, es necesario crear más fuentes de empleo. No solo de parte del Estado, sino también desde el sector privado.

Por ejemplo, las migraciones campo-ciudad suceden porque carecemos de trabajo en los sectores rurales.

Se debería mejorar el enlace entre la ciudad y el campo para la venta de productos de primera necesidad. Imagínese, en la producción de papas casi no se gana nada. Los intermediarios han provocado la migración de la gente a las ciudades. Ya nadie quiere trabajar en el campo porque no hay ganancias.

Sería bueno que los precios de los productos se aseguren y se estabilicen para mejorar la producción de la tierra. De esta forma se mejorará la producción.

También tenemos que diferenciar las penas. La justicia se ha convertido en un negocio y la verdad es que el sistema ha hecho que salgan fácilmente quienes cometieron lícitos. Ese ha sido un factor determinante para el aumento de la inseguridad.

Hay personas que tienen 15, 18 y 20 detenciones y luego salen a la calle. Se debería unificar el sistema de justicia indígena con el de justicia tradicional.