María Isabel Vele no pudo cobrar el SOAT por la muerte de su hermano Ángel Montes y el trámite quedó sin culminar. Ella muestra los documentos que realizó pero al final no consiguió nada. Foto: Juan Carlos Pérez/ EL COMERCIO
Para sepultar a Ángel Montes sus familiares tuvieron que pedir prestada una tumba. El sepelio se cumplió al cuarto día de su fallecimiento porque sus parientes no tenían dinero para cubrir los gastos.
Gracias a una colecta entre vecinos y amigos se pudo solventar una parte del funeral. El resto se asumió con un préstamo de USD 1 500.
Ángel Montes, de 23 años, murió el 16 de febrero del 2014 en un accidente de tránsito que tuvo en su motocicleta en la cooperativa de vivienda Marina Peñaherrera de Santo Domingo, en el occidente del Ecuador.
Desde entonces, su familia ha vivido un calvario por las deudas que se han sumado en estos 10 meses de la muerte de Montes.
Un estudio de la Organización Mundial de la Salud (OMS) señala que los accidentes de tránsito representan gastos económicos de hasta USD 518 millones al año.
Tras el deceso de Montes, sus parientes tuvieron la esperanza de que la indemnización del Seguro Obligatorio de Accidentes de Tránsito (SOAT) pudiera ser una ayuda para costear los gastos del velatorio y del entierro.
Un informe de la Unidad de Investigación y Datos de EL COMERCIO revela que en el 2013 el SOAT pagó USD 46 millones por los distintos servicios. Esto por 96 689 casos ocurridos en el Ecuador.
Un hermano de Ángel Montes se hizo cargo de los trámites para cobrar la indemnización por la muerte (USD 5 000) y los gastos funerarios (USD 400).
Cuando la aseguradora constató que los documentos estaban firmados por Miguel Ochoa (primogénito) se frenó la gestión. Esto porque que quien debía hacerlo era el padre de Ángel. Las condiciones que establecen las aseguradoras es que cuando la víctima es soltera, los primeros beneficiados del SOAT son los padres.
En ausencia de estos, el beneficio correspondería a los abuelos. Los hermanos entran cuando los abuelos son fallecidos.
El padre de Montes, que en 23 años no se sabía nada de él, se convirtió en una pieza clave desde ese momento. De él no se sabe nada desde el día cuando nació Ángel. La familia del joven señala que el hombre solo le dio el apellido y desapareció.
La otra noticia adversa que llegó durante el luto por Ángel Montes fue que la motocicleta en la que se accidentó no la había terminado de pagar en un almacén.
Entonces el área de cobranzas del negocio endilgó la deuda a María Vele, hermana mayor del occiso, y quien le sirvió de garante.
Ella al principio puso sus esperanzas en la compensación que le daría el SOAT para poder cancelar los USD 1 000 que restaban del crédito de la moto.
Vele tiene una discapacidad en sus piernas. Un pequeño negocio de venta de papas fritas, en la cooperativa de vivienda Nuevo Santo Domingo, es su ayuda para subsistir, pero lo que se gana no le alcanza para cancelar la deuda que dejó su hermano, asegura.
Hasta antes de que la madre de Montes falleciera, no le fue imprescindible la ayuda del padre del joven porque con su esfuerzo consiguió darle estudios y la atención necesaria.
No obstante, desde hace siete meses, al menos su firma y documentos son necesarios para los parientes de Ángel.
Al progenitor se lo ha buscado en todo Santo Domingo, en Manabí, Los Ríos, en las guías telefónicas y hasta en el Registro Civil, pero no hay pistas.
En esta última entidad le dijeron a Miguel Ochoa que si hubiera un registro de renovación de la cédula del hombre, se hubiese acortado el camino de la pesquisa.
Pero el trámite no lo ha hecho y ahora la familia de Ángel Montes busca otras alternativas para dar con su paradero.
Ochoa colocó en postes de luz anuncios con una pequeña reseña del caso de Ángel con el fin de que le den razón del padre de su hermano.
La familia de Montes no pierde el anhelo de cobrar el SOAT para saldar las deudas pendientes. Y también para buscar una tumba propia donde al fin pueda descansar en paz.