En la Unidad de Equitación y Remonta, un grupo de caballos permanece frente a un contenedor que emana humo. Foto: Julio Estrella/ EL COMERCIO
Dos columnas de humo salen de toneles con heno. Los caballos se movilizan alrededor y se detienen solo después de un tirón a sus riendas. Permanecen inmóviles, pese a la humareda. Ni la sirena de un patrullero los asusta. Son equinos entrenados para estos escenarios, que suelen presentarse en las manifestaciones.
Este Diario estuvo en la Unidad de Equitación y Remonta (UER) de la Policía, que funciona en una exhacienda de nueve hectáreas en Tambillo, una zona en las afueras de Quito. Ahí hay pesebreras con aserrín, lugares para que los ejemplares se alimenten, potreros y espacios de entrenamiento.
Xavier Torres es el mayor que comanda la UER, un grupo policial que cumplió 30 años de operaciones. Es parte de las unidades antimotines y cuando se presentan manifestaciones se colocan detrás de los policías que usan escudos y de los canes amaestrados.
117 equinos están aptos para el trabajo policial en Quito. Otros 98 se distribuyen en Guayaquil, Ibarra y Cuenca. Unos nacieron en Ecuador y otros son importados de Argentina, a costos que van de USD 5 000 a USD 7 000 cada uno.
Para garantizar la comida, el cuidado y el adiestramiento individual, el Estado compromete un promedio de USD 600 mensuales. El desembolso se realiza desde que son potros hasta el último día que están activos en el trabajo. Al día, cada uno come 20 libras de balanceado, tres cuartos de paca de heno y hierba del potrero. Además, se asigna dinero para el cuidado veterinario y el equipo que usan.
La entrega de recursos está normada por el Acuerdo 067 de la Contraloría sobre Administración de bienes e inventarios del sector público y por el capítulo XII de las Normas de activos fijos de la Policía.
Para que un caballo sea de la UER debe cumplir estos requisitos: superar los 170 cm de altura hasta la cruz (base del cuello), no perder el equilibrio al trotar o galopar y mantener la tranquilidad en situaciones de estrés con sonidos y olores fuertes o golpes de piedras.
En las manifestaciones de octubre se usaron 66 a escala nacional. 19 resultaron con lesiones por cortes y magulladuras en sus patas. Eclipse, por ejemplo, se cortó una de sus extremidades con un alambre.
¿Cuál es el objetivo de usarlos en protestas? El teniente Miguel Cañas, quien es maestro de equitación, señala tres razones: lo imponentes que se muestran las escuadras, un mayor rango de visión de los jinetes y la incursión en zonas difíciles para los vehículos blindados o para las motos.
Durante la demostración, en la Unidad de Equitación y Remonta, cinco jinetes hacen ejercicios en un espacio techado llamado picadero. Los caballos se mueven en fila. Al ver un monigote en el suelo lo evitan.
Los policías dicen que están entrenados para no pisar a manifestantes. También practican desplazamientos de un lugar a otro sorteando obstáculos.
El entrenamiento dura cuatro años y se inicia al cuarto año de vida del potro. Les enseñan a no morder ni patear hasta en los peores escenarios. Los jinetes también necesitan aprobar un curso de seis meses.
Las organizaciones de Derechos Humanos critican el uso de estos animales en las manifestaciones, pues aseguran que hirieron y lesionaron a quienes protestaban.
La Comisión Ecuménica de Derechos Humanos (Cedhu) tiene registros de gente que fuera lesionada por equinos.
Inredh, otro organismo de DD.HH., recoge la versión de un detenido, quien relató lo siguiente. “Estaban golpeando a mi compañero a patadas, toletazos y gases, entre más de 10 policías montados en caballos y armados”.
También menciona un caso ocurrido en Esperanza, una parroquia de Imbabura. Sus pobladores contaron que policías y militares entraron con caballería, gases y blindados y obligaron a todos a buscar ayuda.
El uso de equinos en manifestaciones está normado en el capítulo VI del Reglamento del Uso Progresivo de la Fuerza. Ahí se incluyen dos artículos para el uso de canes.
En las últimas manifestaciones además actuó el Centro Regional de Adiestramiento Canino (CRAC). Este servicio opera en el norte de Quito.
El coronel Andrés Medina es el jefe nacional y dice que en las acciones de octubre estuvieron rebasados. Los solicitaban para cuidar la Asamblea y la Presidencia de la República.
Los agentes explican que este grupo actúa detrás de los escuderos. Cuando los manifestantes se acercan, los perros y sus guías avanzan por los costados, para evitar el paso.
En el CRAC se dedican a la reproducción, crianza y entrenamiento. Se especializan en el control de la droga, búsqueda de personas, control en show artísticos y en tareas antimotines. En total, 241 perros reciben una asignación mensual de USD 200. El dinero se invierte en alimento premium, cuidados veterinarios y adiestramiento. Debido a los costos que tienen los canes certificados en el mercado internacional (USD 15 000 por un pastor belga), el CRAC ha aumentado la reproducción en Ecuador.
42 animales están especializados en el control del orden público. Se entrenan 30 minutos al día; en octubre resultaron afectados seis. Draco, un pastor alemán, recibió una pedrada en su hocico. Samara tuvo cortes por los vidrios.
Todos están recuperados. Hoy necesitan 80 canes más. Cada año se da de baja a los más viejos. El promedio de vida de servicio es de 7 años.