Al empezar el día, las puertas de 20 mecánicas, convertidas en vitrinas de buses vetustos y en ‘deshuesaderos’ de carros viejos, se abren. Están ubicadas a 2 km de Latacunga, en el barrio Los Sauces, en la vía a Quito. El lunes, el tránsito vehicular fue concurrido.
En minutos, las columnas de humo negro se elevan. Son los gases de los motores encendidos de buses y camiones antiguos que allí se venden. Sus dueños los ponen junto a la Panamericana, para atraer a los clientes. A las 10:00, el sitio es un ruidoso mercado de carrocerías, repuestos usados, piezas, accesorios y chatarra.
Decenas de personas, provenientes de Ambato, Riobamba, El Quinche, Quito, Salcedo, Latacunga y otras ciudades buscan estas mercancías e, incluso, buses enteros (chasises y carrocerías) que fueron dados de baja, porque no se pueden matricular en otras ciudades del país.
Si existen clientes que desean adaptar una carrocería vieja a un chasís, ahí mismo le indican adonde debe ir. Ese sitio está cerca. No tiene nombre ni exhibe carteles. Los trabajadores del lugar se dedican al desmontaje de carrocerías y a la posterior colocación en chasises usados. Esta actividad no está reglamentada.
Desde afuera, ese taller parece un cementerio de buses viejos. Adentro, cuatro hombres -sin guantes ni cascos- remplazan por nuevas las latas corroídas de las desvencijadas carrocerías.
“¿Qué chasís tiene? Nosotros le adaptamos cualquiera de las carrocerías. El trabajo es garantizado”, dice Héctor G., propietario del negocio. El hombre compra las carrocerías y las acopla a los chasises que le traen los socios de las cooperativas de transportes urbano, interparroquial e interprovincial. Son clientes fijos.
En el proceso se deshace de la marca original de la empresa que construyó la carrocería. Sin un análisis previo del estado de la estructura metálica, la montan sobre el chasís. Sin embargo, el dueño insiste en que su trabajo es bueno y que no ha tenido quejas.
La adaptación del chasís cuesta USD 1 500. Pero por el trabajo completo (chasís más carrocería) recibe entre USD 5 500 y 6 500. Dependiendo del tipo y del estado de la carrocería. Los precios pueden llegar hasta USD 7 500.
Los clientes, que prefieren no dar su nombre, dicen que el precio es conveniente. Según ellos, una carrocería nueva les cuesta USD 45 000. Uno de los colaboradores está convencido de que las carrocerías metálicas tienen un uso indefinido y que todas pueden adecuarse.
En la última década, en Cotopaxi, han sucedido accidentes de tránsito de proporciones, aunque las causas no fueron por la práctica de adaptaciones .
El último ocurrió el martes 18, en los páramos de Apahua. Un bus de la cooperativa Cotopaxi se volcó y cayó a un abismo. Siete personas murieron y otras 17 quedaron heridas. La UIAT determinó que la carrocería (Patricio Cepeda) evitó más muertes.
En marzo del 2000, un bus de la misma cooperativa se volcó en Zumbahua y rodó por una quebrada. 13 personas murieron y una docena resultaron heridas.
Danilo Freire, jefe de la UIAT de Cotopaxi, cree que un chasís y una carrocería mal acoplados podrían ocasionar un accidente . “Al no tener los cálculos estructurales, aumenta el riesgo de volcamiento en una curva”.
El control técnico no es efectivo
Los técnicos del Consejo de Tránsito y Transporte Terrestre de Cotopaxi (no autorizaron publicar nombres) dicen que hay una prohibición que señala que no se puede colocar una carrocería vieja en un chasís nuevo.
Además, durante la matriculación, que es cuando deberían detectarse estas anomalías, no cuentan con los equipos para verificar el estado de las carrocerías y chasises, como ocurre con la Corpaire en Quito. A pesar de que cuentan con los técnicos capacitados.
Según ellos, próximamente asignarán las empresas y mecánicas autorizadas para carrozar los autos de uso público. “Esos sitios serán los únicos autorizados en construir carrocerías”.
En la actualidad, dice Danilo Freire, jefe de la UIAT, la Presidencia de la República dispuso que los carros que cumplieron su vida útil (17 años) deben ser dados de baja y borrados del sistema. Estos deberían ingresar al sistema de chatarrización y no pueden ser comercializados, sino en piezas o repuestos. Pero en la práctica no ocurre eso.