Hace dos semanas, el Hospital Pablo Arturo Suárez, en el norte de Quito, abrió los quirófanos que estaban cerrados durante cuatro meses. Ahora tienen pisos y equipos nuevos que llegaron desde Holanda, pero no hay personal médico.
Esto hace que las cinco salas de operaciones no funcionen en forma simultánea. El director del centro, Andrés Corral, dice que se requieren enfermeras y dos residentes de Anestesiología. “En el momento estamos en proceso de contratación…”.
A esto se suma que con frecuencia se agotan insumos, como jeringuillas o catéteres para canalizar vías. Según Corral, estos escasean rápido, “por el alto número de cirugías que estaban represadas y que ahora se empezaron a atender”. Solo en Traumatología esperan 100 pacientes. Allí está, por ejemplo, gente que requiere artroplastia de cadera (colocación de prótesis) y que debía ser intervenida dentro de la campaña de solidaridad del Ministerio de Salud. Igual ocurre en Urología, que deben esperar hasta hallar una cama.
Pese a la espera, los especialistas calculan que todos los casos se evacuarán hasta diciembre. “Es demasiado, no se dan cuenta que hay gente que se está muriendo”, dice Marcela Benavides. El martes 8, esta quiteña se acercó al hospital para buscar un cupo para su tía que vive sola, pero le dijeron que debe esperar.
Corral confirmó que estos pacientes tienen que esperar los turnos, porque en el momento se operan hasta 12 pacientes al día y se busca, en lo posterior, subir el número de favorecidos.
Benavides no consiguió el turno, pese a que llegó a las 23:00 del día anterior para hacer fila. Toda la noche pasó afuera de Consulta Externa.