De la propuesta de la concejala Carla Cevallos, el principal apunte para pasar a limpio es su valentía para conseguir la atención ciudadana frente a la violencia de género.
La fórmula de utilizar vallas fue un sacudón; cosechó no escasos golpes de pecho contra la generalización de la palabra ‘puta’ (por supuesto, las formas importan), pero también desbrozó el camino para poner a pensar a una sociedad sobre la manera en que cotidianamente se maltrata a la mujer.
107 mujeres fueron asesinadas en Quito entre enero del 2012 y diciembre del 2014. En el 44% de esos casos la causa fue el feminicidio (crimen por razones de género). No solo eso, el 63% de víctimas registradas durante el año pasado tenía entre 16 y 46 años.
Luego de que la concejala ha desfilado por los medios explicando el uso de una palabra, una vez que la campaña ha puesto a hablar a todos, ¿qué viene? ¿Cómo se superará el márketing para hacer frente al problema? Es decir: ¿cuál es la política pública contra la violencia a la mujer?
En la edificación de políticas públicas radica la tarea de una representante electa en las urnas. Y eso supone impulsar el escenario (infraestructura, inversión) y las normas (legislación, apoyo en el Concejo) necesarios para la sinergia de instituciones de cara a un fenómeno que no empieza en los límites de la ciudad.
¿Y cuál es la estrategia de la Alcaldía, porque es evidente el vacío -no solo por su silencio- cuando una concejala de su tienda y la Reina de Quito -con su emblemático proyecto contra la violencia a la mujer- van por sendas distintas, o cuando para el tema se sobrepone la Secretaría de Seguridad a la de Inclusión?
¿Y cómo se articulará el proyecto de Quito con el ‘Infórmate, habla, actúa’, del Gobierno? Y este, que incluye al Frente Social, ¿cómo involucrará al sector privado? Y a todos ellos, ¿cómo se sumarán los ciudadanos afines y los de oposición?
Porque con el ruido, la siembra de cruces rosadas, la propaganda y el menosprecio a otras voces no alcanza para erradicar el androcentrismo.