En la casa de Luis Alfredo Pallo (48), ubicada en el sector El Blanqueado, en el sur, aún hay evidencias de las secuelas que dejó el aguacero del pasado 4 de febrero.
Los tres cuartos ubicados en la planta baja huelen a húmedo. Las ventanas permanecen abiertas para que entre aire fresco. Las paredes y los muebles, que pudieron ser rescatados, aún tienen huellas de lodo.
[[OBJECT]]“Cuando hay sol sacamos las camas y los sillones para que se sequen”.
Las tablas de los pisos también fueron removidas. Los durmientes de madera están podridos. La tierra del suelo quedó expuesta y sigue mojada. Los vecinos que habitaban en esos cuartos se acomodaron en el segundo piso.
Pallo, quien sigue limpiando los cuartos afectados, comentó que todavía no sabe cuál es el monto de las pérdidas. “Se perdieron computadoras, electrodomésticos, ropa, muebles, etc. Incluso, mi hermana sufrió un ataque de nervios por el impacto”.
Mónica Tipán (38) perdió prendas de ropa de sus hijos y dos colchones. Para que sus hijos puedan dormir, pidió un colchón prestado. En su cama colocó una estera y una esponja, mientras consigue dinero para comprar unos nuevos.
Los motores de dos máquinas de coser industriales, que usaba para su trabajo, también se quemaron. “Gasté USD 250 en la reparación. Espero que me reconozcan esa suma y me repongan”.
Fabiola Tipán (58) tampoco tiene aún un estimado de las pérdidas. Su camioneta fue afectada por el deslave. “En repuestos pequeños he gastado USD 200, pero faltan comprar la memoria, el radio y pagar la mano de obra”.
El agua que entró a la planta baja de su casa dañó seis puertas. Para cerrarlas hay que hacer fuerza. “Parece que los marcos se estrecharon”. Tipán perdió también materiales de su taller de costura.
Se dañaron 31 piezas de tela. Cada pieza tiene entre 25 m y 50 m. Lenin Vargas (32), propietario de una mecánica, tampoco sabe cuánto perdió. El analizador de gases, valorado en USD 8 000, es revisado por técnicos, para saber si hay cómo repararlo. La máquina para poner aire a las llantas tampoco sirve.
Repuestos como filtros de aceite, de gasolina y una caja de herramientas quedaron inservibles. “Entregué las facturas de estas cosas pequeñas para que la aseguradora me reembolse el dinero”.
La aseguradora de la Empresa Pública Metropolitana de Agua Potable y Saneamiento (Epmaps) visitó ya a las 30 familias afectadas por la inundación, que se produjo tras el colapso de un colector. Tras revisar los informes técnicos, levantados el 6 de febrero, se analizaron los daños.
Othón Zevallos, gerente general de la Epmaps, mencionó que hasta el viernes de la próxima semana se habrá indemnizado a todos los afectados.
Los técnicos de la aseguradora valorarán los daños y entregarán un cheque a cada familia. Los montos cubrirán el total de los daños, pero estos se mantendrán en reserva. “Eso es parte de las políticas de la aseguradora”, dijo.
Para evitar posibles inundaciones, la constructora ha colocado tubos metálicos antes de la entrada de los ductos.
“Con eso se evitará que los escombros del material de construcción del colector obstruyan el paso del agua”. Zevallos descartó también que los daños hayan sido responsabilidad de la Epmaps.
Ayer, en el sector El Blanqueado permanecía la maquinaria pesada destinada para la construcción de los nuevos colectores. Hay casas que están levantadas al borde de la quebrada El Capulí y están habitadas.