Una raya de pintura negra resaltaba en la mejilla de Anahí Padilla, de 4 años. Sus manos y su ropa también estaban manchadas de pintura.
De su frente se desprendían gotas de sudor. Luego de 20 minutos de pintar una careta de oveja, se le notaba cansada.
Con un pincel dio forma al rostro rosado. Lo que más trabajo le costó fue dibujar el cabello encrespado. “Cuidado los ojos, ya manchaste”, le advertía su madre Olga Gómez. Al final, la pintura negra, que era para el cabello, manchó el resto de la careta. Pero la pequeña estuvo satisfecha con su trabajo.
Junto a Anahí estuvieron otros niños, en la carpa que se instaló ayer en la plaza de San Francisco, en el Centro Histórico.
Allí, los vecinos del barrio San Roque regalaron caretas para que los niños las pinten. “Es para rescatar y mantener las tradiciones”, comentó Galo Alvarado, uno de los organizadores.
La jornada se inició con puntualidad, a las 10:00. En menos de 10 minutos, las dos mesas destinadas para la pintura se llenaron de niños con sus padres y de jóvenes. Los pequeños escogieron máscaras de diablos, payasos, cerdos, gorilas y leones. Luego de unas breves indicaciones del pintor César Anchala sobre los colores, los infantes se pusieron a trabajar.
Ellos se adueñaron de los pinceles. Gotas de colores se dispersaron a lo largo de las tablas de tríplex de las mesas y de los adoquines de la plaza.
Junior Saravia, de 11 años, eligió el verde, azul y rojo para dar forma a su máscara de payaso. Su padre Miguel Saravia le pasaba un paño para que no se manche. “Es muy hábil”, comentaba.
En las mesas se veía una coreografía de pinceles que se movían de izquierda a derecha y de arriba hacia abajo. Durante la labor casi no se escuchaba conversación de los pequeños, solo frases como pásame agua o la pintura. Estaban muy concentrados.
Evelyn Ninasunta no sabía si pintar un payaso o un diablo, escogió el segundo. “Es un personaje tradicional”. Su prima Vanesa Toapanta, de 11 años, quería elegir un tono único para su gorila, después de mezclar colores se decidió por el azul.
Mientras los niños coloreaban, los adultos del barrio elaboraban el muñeco de año viejo de la comunidad. En la tercera mesa instalada en la carpa, Alexander Naranjo, de 29 años, y Galo Bedoya, de 50, arrugaban papel y cartón para rellenar el monigote. Papel periódico, cartones y hasta cuadernos viejos sirvieron de materia prima. Gloria Tufiño y Manuel Chicaiza cocían las medias nailon que darían forma al cuerpo del muñeco.
Primero fueron las piernas, luego los brazos, el tronco, y finalmente la cabeza. Cuando las partes estuvieron listas, Tufiño las unió con aguja e hilo. Para asegurar que no se separen hizo puntadas pequeñas. En medio de la labor no faltaron las bromas. “Sáquese su chompa Glorita, para que se ponga el viejo”.
Al monigote se lo vistió con un pantalón de tela plomo y una camiseta roja. El toque estético lo dio una peluca amarilla, una careta de payaso y un gorro de papel. El letrero “A tu mamá te parecís”, lo identificaba.
Al inicio, los vecinos dijeron que el monigote representaba a un personaje del barrio, pero para evitar resentimientos acordaron no ponerle nombre. El muñeco será quemado la noche del 31 de diciembre.
El movimiento en la carpa atrajo a las personas que transitaban por la plaza de San Francisco. Los turistas extranjeros aprovecharon para tomar fotografías y protegerse del fuerte sol que hizo en la mañana.
Guadalupe Ramos paseaba con sus tres nietas y se quedó para pintar caretas. La mujer de 60 años cogió la última que quedaba. A las 11:00, las 100 máscaras estaban terminadas. Para que sus nietas no se peleen decidió colorearla ella. Con sutileza ponía pecas negras. “Soy hábil para bordar y tejer, veo que también para pintar”.
Los niños lustrabotas fueron los más entusiasmados. Correteaban por la plaza luciendo las caretas que pintaron. Para lustrar los zapatos de un cliente, Freddy Guamangate, de 13 años, colocó su careta sobre su cabeza, encima de la gorra azul que le protegía del sol. Su compañero Édison Guishiparte, de 10 años, prefirió no retirársela.
Las cábalas de fin de año no faltaron. Plantas, aceites y jabones se exhibieron en un rincón de la carpa. La curiosidad de los asistentes fue resuelta por Juliana, de la tienda Selva Oriental. “Todo es para atraer la suerte”.
A las 11:30, Anahí estaba feliz. Se fue a la casa con su careta.
Las cábalas
Los aceites
Sirven para atraer buena suerte, energía, y armonía en la pareja.
Los jabones
Se usan para limpiar a las personas con mala suerte en los negocios.
Baños de dulces
Atraen energía positiva. Son plantas aromáticas, como el arrayán.
Trilogía para el baño
Son champús que se usan para la suerte, dinero y bienestar.