Los turistas llegan al sector de San Antonio de Pichincha, al norte de la capital, para conocer la edificación de la Unasur, inaugurada el 5 de diciembre. Foto: Julio Estrella / El Comercio
El movimiento es otro. Es lunes y cerca de 30 personas caminan por los alrededores del edificio de la Unión de Naciones Sudamericanas, Unasur. Bajan por el bulevar hacia el pueblo, compran fritada, choclos…
Hasta la semana pasada el lunes era muerto. Hoy, todos con cámara en mano, se hacen selfies junto a las banderas que flamean, cerca a los espejos de agua, del las jardineras, de las estatuas. Cuatro días después de la inauguración de la Unasur, San Antonio de Pichincha empieza a sentir un cambio en la cotidianidad.
El bulevar Equinoccial y la edificación inaugurados el jueves y viernes pasados, buscan que esta parroquia, donde viven más de 40 000 personas, mejore el turismo. Entre el viernes, el sábado y el domingo, se estima que han visitado la zona al menos unas 27 000 personas. Antes, un fin de semana llegaban máximo 6 000.
Álex Troya, presidente de la Junta Parroquial, calcula que solo el viernes -mientras se llevaba a cabo la ceremonia formal- unas 15 000 personas recorrieron el bulevar donde la Junta levantó 15 carpas temáticas para representar las características más importantes de los países miembros de la Unasur.
Troya asegura que ese tipo de eventos, en los que participaron los colegios de la zona y la comunidad, deben volverse periódicos. No basta con tener el moderno edificio cerca, hay que darle al turista razones para recorrer las calles de la parroquia. San Antonio debe convocar al turismo. Generar lo que Troya denomina puestos de interés. Desarrollar la gastronomía, espacios para la artesanía, darles una brecha a los actores culturales. El funcionario cita por ejemplo, que se puede habilitar lugares para que la gente vea a los artesanos de la zona en su oficio, tallando la piedra.
La asistencia masiva de gente dio cuerda al comercio en la zona. En San Antonio, existen 704 personas que viven del expendio de comida y del hospedaje. Solo en la av. Equinoccial hay 32 restaurantes. El viernes, debido a la ceremonia, la venta se disparó llegando incluso a ser 10 veces mayor que otros viernes. El sábado y el domingo los negocios también mejoraron.
Catalina Valenzuela, quien atiende la picantería Marianita, donde vende churrasco, fritada, yapingachos, caldo de gallina y de pata, vendía de lunes a viernes unos 50 platos a la carta. El viernes de la inauguración, se vendieron más de 400. Un sábado cualquiera vendía 200 platos, Sin embargo el sábado pasado sirvió el doble.
María Luisa Chasig, quien atiende en un local de venta de pollos, corroboró el alza. En los últimos cuatro días dijo haber vendido más que en último mes, al igual que Juan Aguamaña, y Jofre Brito, quienes trabajan en restaurantes de comida manabita.
Pero ¿está San Antonio listo para recibir a tantos turistas?
Para Hernán Orbea, urbanista y catedrático universitario, la infraestructura llevará a funcionarios con cierto nivel de vida a convivir en el sector. Y es la comunidad de San Antonio de Pichincha la que debería solventar esos hábitos, por ejemplo: alimentación, servicios de cuidados de vehículos, logística, movilidad, etc; de lo contrario, la comunidad quedaría de lado.
Para Orbea se debe fortificar la economía del pueblo. La Junta Parroquial sostiene que el mayor problema es que no se ha planteado aún un proyecto para mantener los nuevos espacios.
Troya sostiene que debido al crecimiento de la infraestructura, el Estado debería subir el presupuesto anual de la parroquia. Al momento, la Junta está sacando cifras para presentar un proyecto al Gobierno central sobre espacio del que debe hacerse cargo y todo lo que ello implica.
Solo en la Unasur, por ejemplo, de los 40 000 metros cuadrados que tiene el lugar, 20 000 quedarán en manos del gobierno local. Como alternativa, se baraja la posibilidad de motivar la inversión privada en la parroquia consiguiendo beneficios en la parte tributaria, para que, por ejemplo, no haya el cobro del impuesto a la renta por los próximos dos o tres años.
Además, hacer una regulación en cuanto al valor de los predios. Los precios se han disparado. “Hubo gente que compró un terreno a USD 30 el metro y hoy cuesta USD 200 el metro, gracias a la inversión del Estado central”, afirma Troya.
Se deben concretar algunos proyectos: está pendiente la construcción de la extensión de la Simón Bolívar, la capacitación a artesanos de la zona, mayor control en la construcción para regular el crecimiento urbanístico y la reforestación de la zona que fue debastada por la minería ilegal. Solo entonces San Antonio estará lista para afrontar el cambio y brindarle al turista lo que necesita.