Rubén Darío Bedoya, decano de la Zona Sur, presidió la misa en el Quicentro Sur. Foto: Arquidiósesis de Quito
Cuando Jesús entró al templo de Jerusalén se enfureció con los mercaderes. Hizo un azote de cuerdas y expulsó a vendedores y compradores, mientras derribaba las mesas de los cambistas, ante el desconcierto de los sacerdotes, quienes comenzaron a pensar cómo destruir a Jesús.
En el siglo XXI, los sacerdotes católicos son los que entran a los templos de los mercaderes, pero no para azotar a nadie ni para condenar el intercambio comercial, sino para buscar a los feligreses y llevarlos de nuevo al redil. O, mejor dicho, para crear un nuevo redil, uno en que el creyente pueda hacer las compras, tomarse un capuchino y, de paso, confesar sus pecados y volver limpio a casa, limpio de verdad.
Desde el Domingo de Ramos, sacerdotes de diferentes vicarías de la capital han irrumpido en los centros comerciales, se han sentado en los pasillos y han comenzado a impartir el sacramento de la confesión a los paseantes. Entre islas de perfumes, puestos de manicura y locales de ropa con el 70% de descuento en mercadería seleccionada, los sacerdotes se integran al nuevo orden urbano, el del ‘mall’.
La idea no es nueva. Ya en Bogotá, el año pasado, se organizó la Confesatón, una maratón de confesiones en que 400 sacerdotes escucharon durante dos días los pecados de los que caminaban por el centro comercial Gran Estación. Desde entonces es frecuente que la Iglesia Católica colombiana esté en centros comerciales y sitios menos ortodoxos, como condominios y parques. Incluso se ha creado la Vicaría Ambulante, un vicarimóvil.
Acá va tomando forma y, al parecer, el experimento de este tiempo de Cuaresma ha sido productivo. El padre Giovanny Muyulema, jefe de la Vicaría Santo Hermano Miguel, que cubre el sur de Quito, ha sido el gran animador de esta revuelta de sotanas en los centros comerciales El Recreo y Quicentro Sur, que incluyó no solo que todos los padres de la Vicaría colaboraran, sino también organizar a los músicos y los aportes de los catequistas.
Después de todo, los impulsadores también forman parte de un centro comercial y los sacerdotes llegaron con laicos que distribuyeron afiches y animaron con canciones, todo de 15:00 a 20:00.
Las otras vicarías participantes han sido las de Nuestra Señora de El Quinche, que se hizo cargo del Centro Comercial Scala Shopping (donde existe una capilla católica desde su inauguración), y de La Inmaculada Concepción, que cubrió los ‘malls’ de El Condado, El Bosque y Granados, con la dirección del vicario episcopal José Asimbaya.
Teológicamente, los padres consultados expresan que no hay problema. ¿No ordenó Jesús a los apóstoles que vayan por el mundo y difundan la nueva palabra? ¿Y no dijo, también, que basta que dos personas se reúnan en su nombre para que Él también esté presente, sin importar el lugar?
Esta iniciativa también responde a los pedidos del papa
Francisco para renovar los vínculos de la Iglesia con los fieles. En Evangelii Gaudium, la exhortación apostólica publicada en noviembre del 2013, Francisco pide a los sacerdotes recordar la vocaciones misionera de la Iglesia. Es la “Iglesia en salida”. O sea, dejen de estar esperando en los templos y salgan a pescar en la calle.
Esta incursión en los templos capitalistas sorprendió a los clientes, pero en general hubo reacciones más bien positivas. A Esther Jácome le gustó la idea de confesarse luego de visitar a su estilista de El Bosque. Juan Carlos Ayabaca hizo un trámite en un banco de El Condado y, entre risas, dijo que la fila para confesarse era igual a la que hizo para depositar un cheque. Pero se confesó porque para él era necesario. Jessica Moya lo consideró muy práctico para ahorrase un viaje al Centro Histórico. Y no, nadie dijo: “Padre, me acuso, sobregiré la tarjeta”.
La confesión es un sacramento importante pero la misa es el evento cumbre de los católicos. El Domingo de Ramos se celebró la eucaristía en el Quicentro Sur con aforo lleno y hoy, Domingo de Pascua, habrá otra celebración, a partir de las 12:00, en la planta baja.
¿Qué vendrá luego? Se verá. La Iglesia quiteña está en movimiento. Es el halo de Francisco, sin duda, pero también el de aceptar que los tiempos han cambiado.