El motivo de la celebración es el mismo: la pasión, muerte y resurrección de Jesucristo. Y así como en la Iglesia Católica de Roma, hay un período de preparación que implica ayuno y mayor dedicación de los fieles a la oración.
Pero mientras en las parroquias católicas hoy, aún en pandemia, se llevan a cabo misas por el Domingo de Ramos, que marca el inicio de la Semana Santa, las comunidades de la iglesia ortodoxa de todo el mundo -Quito incluido- contemplan el segundo domingo de su Gran Cuaresma, que empezó el pasado 15 de marzo.
La diferencia en el cálculo se remonta al año 325 de nuestra era. En el primer Concilio de Nicea, ciudad ubicada en lo que hoy es Turquía, se determinó que la Pascua se celebraría en el primer domingo tras la primera luna llena posterior al solsticio de primavera en el hemisferio norte, siempre y cuando esta fecha no coincidiera con la de la pascua (Pesaj) de los judíos, establecida también con base en ciclos lunares en su calendario. Así lo explica el arzobispo Chrysostomos, cabeza de la Metrópolis Ortodoxa Autónoma de Ecuador y Latinoamérica.
En el año 1582, el papa Gregorio XIII eliminó para la Iglesia de Roma esta última parte, por lo que la conmemoración de la resurrección de Jesús puede ser entre el 23 de marzo y el 25 de abril. Pero los 300 millones de ortodoxos en el mundo, según cálculos del Center for the Study of Global Christianity, mantienen lo establecido en Nicea. Y como para el 2021 el día 14 del mes Nisán en el calendario judío fue ayer, la Pascua de este 13% de los cristianos a escala global quedó para el domingo 2 de mayo.
En la capital, la comunidad ortodoxa dirigida por el arzobispo Chrysostomos fue reconocida por el Estado ecuatoriano en el Registro Oficial del 26 de junio del 2006.
Él calcula que su iglesia tiene 2 000 creyentes en todo el país, de los cuales unos 300 han formado parte de las actividades en su monasterio, instalado en un terreno alquilado en el barrio Mena del Hierro, al noroccidente de la urbe.
A la Liturgia de Presantificados del pasado viernes solo asistió una feligrés. Foto: Diego Pallero / EL COMERCIO
Eso antes de la pandemia. Actualmente, solo 12 o 15 personas asisten a la Divina Liturgia del domingo (otros la siguen por Internet), y el pasado viernes solo una señora estuvo en la ceremonia de Presantificados que ahora, por Cuaresma, celebran los miércoles y viernes por la noche.
Esta es una jornada de oración en la que no se consagra el pan como cuerpo de Cristo, sino que se reparte el que fue santificado el domingo anterior. Es parte del precepto, que incluye la abstinencia de todo producto de origen animal durante este período, incluidos los huevos y los lácteos.
Entre los participantes más frecuentes se encuentra Felipe Males. Este psicólogo educativo de 35 años dice que vive cerca y llega caminando.
Desde hace nueve años se acercó a la iglesia ortodoxa. Era el único de su familia. Al inicio, su madre pensaba que se trataba de una especie de secta, pero un día la llevó al servicio religioso y ahí se encontró con un ícono de la Virgen María así como con varias oraciones católicas anteriores al Concilio Vaticano II (1962-1965).
El plan de Felipe es convertirse en el futuro en un sacerdote ortodoxo casado, porque esta Iglesia ofrece esa alternativa. Chrysostomos y su compañero de misión, el obispo Abraham, optaron por ser monjes célibes.
En su trabajo colabora también la madre Mariane, una ambateña que tras finalizar sus estudios universitarios optó por la vida monástica y actualmente la lleva en solitario.
La disminución del número de feligreses, con la consecuente reducción de ayuda económica, ha vuelto muy difícil su sostenimiento. La venta de artículos religiosos y el rompope elaborado por la joven religiosa no alcanza para pagar arriendo, servicios, etc.
Sin embargo, siguiendo el espíritu heredado de las primeras comunidades cristianas descritas en el libro bíblico de los Hechos de los Apóstoles, ven a la Pascua como motivo de esperanza y alegría, tras el recogimiento y oración frente a la cruz y tumba de Jesús.
En la madrugada del 2 de mayo, el ayuno cuaresmal terminará con un pequeño ágape -dadas las circunstancias- con un guiso a base de carne de cordero; es un momento de compartir. Cuando se puede, el menú incluye platos típicos de países con fuerte presencia ortodoxa: Serbia, Ucrania, Rusia, Grecia, Bulgaria, Rumania…
Por segundo año, el cónsul rumano en Ecuador, Radu Mihail, no podrá viajar a su tierra natal para esta fiesta. Pero con su familia busca recrear tradiciones como los panes rellenos de frutas y los huevos cocidos pintados de colores. Chocando estos, los comensales intercambian las frases “Jesucristo ha resucitado” y “en verdad ha resucitado”, una de las bases del cristianismo.