Sentada junto al quiosco donde vende caramelos, en las calles Espejo y Flores, Patricia Toaza dice que no confía en la cámara del sistema Ojos de Águila.
El aparato está en el extremo superior de un poste, ubicado a unos cinco metros de su local. Su argumento es que ha visto robos y arranches a transeúntes. “Antes de que instalen la cámara robaban y ahora también. Aquí, ese aparato no ha servido”.Toaza vende desde hace 19 años en el Centro Histórico. El último robo que vio fue hace dos meses. A un señor le quitaron la billetera. “Era un domingo y la poca gente que circulaba por la calle no pudo hacer nada”.
El sistema de videovigilancia, impulsado por el Municipio, funciona desde mayo del 2002. El proyecto arrancó con la instalación de ocho cámaras, en el Centro Histórico. Un año después, en varios puntos de la ciudad ya estaban instaladas 120 cámaras. En la actualidad, están colocadas 140, de las cuales 25 están en mantenimiento.
Las imágenes que captan las cámaras se despliegan en 16 monitores, ubicados en una de las salas de operaciones de la Central de Atención Ciudadana (101), que funciona en el Regimiento Quito, en el noroccidente de la ciudad.
Tres uniformados, sentados frente a las pantallas, son los encargados de monitorear y dar las alertas sobre los hechos delictivos que se registran en la urbe. Allí también está disponible una base de datos para verificar las placas de los vehículos sospechosos.
La Crnel. Patricia Santillán está a cargo de la Central del 101 y asegura que el sistema Ojos de Águila sí ha permitido capturar a delincuentes, hacer seguimientos de expendio de droga y determinar responsables de accidentes de tránsito, principalmente.
Carmen Salazar, vecina de Carcelén Alto, no cree que la delincuencia haya disminuido con ese sistema. Incluso, no sabía que en el poste, ubicado en la entrada de la urbanización, está colocada una cámara. En el barrio reside desde hace 15 años.
“Si hay esa cámara en el lugar, por qué aún no se identifica a los autores del crimen a los dos chinos, que ocurrió hace dos meses”.
La casa donde fueron asesinados los extranjeros está al frente del poste donde está la cámara.
Guadalupe Estévez, gerenta de la Empresa Metropolitana de Logística para la Seguridad Ciudadana, asegura que para el 2011 se aspira a instalar más aparatos. “De nada sirve tener cámaras por toda la ciudad, si no hay reacción policial oportuna”.
En opinión de la coronel Santillán, la reacción policial sí es rápida. “Prueba de ello son los ladrones capturados, aunque algunos salen de la cárcel rápido”.
Cuando un ciudadano reporta una acto delictivo al 101, los policías ubican el lugar y envían personal de las unidades de policías comunitarias (UPC) más cercanas. En el caso de haber una cámara cerca, los uniformados realizan un seguimiento desde la Central de Ojos de Águila.
Nelson Reascos, decano de Ciencias Humanas de la Universidad Católica, en la publicación del boletín Ciudad Segura de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (Flacso), sostiene que parecería que la videovigilancia es garantía de seguridad.
En su opinión, no son tareas con relación vinculante entre sí. “De hecho hay videovigilancia y no mejoran, necesariamente, los indicadores de seguridad. Mientras haya una sociedad tan violenta como la nuestra no hay ninguna videovigilancia que nos asegure una convivencia mínima”.
En la actualidad, las imágenes captadas por las cámaras se archivan automáticamente durante ocho días. Quienes hayan sido afectados por actos delictivos, pueden ir a la Central para alertar que requieren de la grabación.
Los policías no pueden entregar en ese momento los archivos, pero sí separarlos hasta que llegue la orden judicial de la autoridad que investiga los casos.
Los videos pueden ser utilizados como pruebas dentro de los procesos que investiga la Fiscalía.
La principal falencia del sistema de seguridad, según Santillán, es que las cámaras ya no son de última tecnología.
Durante el día, los aparatos transmiten imágenes a color, unas con mayor nitidez que otras. En la noche, un 30% lo hace en blanco y negro, en áreas con poca iluminación.