Vivo con la certeza de que la única libertad real que tengo es la de soñar, la de pensar y sentir, ahí no hay límite.
La libertad está cultural y políticamente mediatizada. Como productora de teatro desde hace varios años, elijo las obras que quiero y puedo poner en escena, aunque muchas quedan en sueños. Esto porque nuestro público es aún reacio a las obras complejas y largas.
Para ser libre hay que ser valiente; yo no siempre lo soy. Cuestionar la política, la moral y lo socialmente establecido es castigado sutilmente por la sociedad y grotescamente por el poder.
Actualmente, el ciberespacio me ofrece esa posibilidad de expresar abiertamente mis criterios, mis opiniones, mis puntos de vista, a través de diferentes alternativas, que son muy variadas.
El poder elegir lo que entra en mi mente a través de los distintos medios es mi gran libertad. Lo es también expresando mi amor, viviendo fuera de círculos sociales, eligiendo cuándo y con quién hablo, lo que leo y escucho. Así es como ejerzo a diario mi libertad.