La calle Cuenca, que cruza el Quito antiguo de suroccidente a nororiente, es la casa de tres personajes identificados con la capital azuaya. Ellos son: Víctor López, dueño de una tienda de especias; Beatriz Martínez, quien ofrece caretas de cartón; y don Secundino Altamirano, un octogenario vendedor de zapatos.
Los tres conviven en esta calle de vistosos y variados comercios, entre casas coloniales y tres templos: Santa Clara, San Francisco y La Merced. En la Colonia, la calle llevaba los nombres de las tres iglesias legendarias. El historiador Jorge Salvador Lara dijo que recién en el siglo XIX fue llamada Cuenca. La vía es bulliciosa. Colorida. De olores exóticos, como la canela, el anís y el ishpingo para la colada morada.
El abasto de los olores
Como si el viento trajera olores y sabores de tierras lejanas, en la tienda del azuayo Víctor López, de 45 años, se conjugan las especias y dulces: canela, dátiles turcos, nueces y almendras chinas; pasas chilenas, anís estrellado, pimienta de olor, ajonjolí y el sahumerio de Mindo .
En la casa de dos pisos y tres balcones se lee, en letras negras, Comercial Aliño Puro, vecina de San Francisco y del singular Museo del Alabado. La clientela entra y sale llevando porciones para dar sabor a sopas, coladas, preparar aguas de remedios, etc.
En cajas de madera se ven las especias. En otras, harinas de jora, de Latacunga; maní tostado, de Manabí; harina de trigo, morocho partido. Los granos secos: canguil, café lojano, arveja rosada de Canadá; almidón de yuca, de Balzar, para hacer un rico pan.
López nació en el cantón azuayo Sevilla de Oro. Ama a Cuenca. La extraña el 3 de noviembre.
Pero se siente como en casa, “este ambiente se parece al centro de Cuenca”. Se ufana de vender canela de la India, importada por su hermano, Rubén. Una libra cuesta USD 6. “Traemos canela de Morona Santiago. Allí hay pocos árboles de este producto cotizado”.
Diana, hermana de Víctor, abrió la primera tienda en un local donde hoy funciona el restaurante del lujoso hotel Casa Gangotena, en la Bolívar.
“Cuando salimos de allí decidí quedarme; el alcalde Augusto Barrera me dijo que la tienda es parte de la identidad de la calle”.
Los precios no son altos: las casi perdidas velas de sebo, USD 1 las 12; USD 1,50, la libra de maní…
A Víctor le ayudan su esposa, Mariuxi Jama, de Balzar, Guayas; y Wilson Macías. Maritza Paladines, de Levapán, deposita las gelatinas de sabores en fundas.
El zaguán de las caretas
Faltan dos meses para que la ciudad se prenda con la quema de años viejos y doña Beatriz Martínez acomoda las caretas de sus “personajes de moda”. Las exhibe en un zaguán de una casona, a media cuadra de Santa Clara.
Al ingresar a la bodega hay al menos 2 000 caretas en estantes y revueltas en una montaña. Las caretas chicas, como para disfrazar a un duende, son cotizadas: USD 60 las 100. Quiere a Cuenca: de allí venían -hace 20 años- las primeras caretas. Las vendía en un cuarto del hoy Hotel Casa Gangotena. “Los mejores artesanos de caretas son de Cuenca, Latacunga, Pujilí y Quito”. Compra a la familia Delgado, del sur de Quito.
Vende al por mayor. Suelta una carcajada al ver a sus preferidas: Lucio y su nariz desmesurada; el presidente Correa, de calva incipiente y ojos verdes; Alvarito, risueño; Lasso, con la pinta desafiante de un joven conquistador.
Siempre zapatero
Secundino Altamirano atisba la calle Cuenca desde su diminuto local, al filo de la av. 24 de Mayo.
“Hace medio siglo vine de Guano a vender mis zapatos de cuero de buena vaca, estoy a punto de dejar la casa antigua, pues la familia Pazmiño la vendió”.
Le cuesta salir. De Cuenca importaba zapatos finos y los vendía en sucres. “Ya ni me acuerdo el costo, pero con los que yo hacía sacaba al menos siete pares a la semana”. Sentado junto a un montón de zapatos no se resigna a irse de esta calle “linda, llena de iglesias y gente buena”. Los tres nietos le oyen que a los siete años aprendió el oficio de la mano hábil del padre, Francisco. Paga USD 70 de arriendo por el cuarto semioscuro, lleno de calendarios y de estampas. Los nietos, incrédulos, oyen la historia de su vida como si se tratara de un cuento que escapó a la telaraña del tiempo.
Las figuras de bronce
La arteria, cuyo origen se sitúa en el siglo XVI, se extiende por 12 cuadras, entre la av. 24 de Mayo y San Juan.
Cerca de la zapatería de Secundino. En la av. 24 de Mayo y Cuenca, doña Rosa Guanuña vende figuras de bronce – bellas pailas, ollas, toros, elefantes, campanas – a precios buenos.