Las manos de Jaime Chugchilán están manchadas de pintura. Los colores verde, azul y rojo cubren sus dedos y sus uñas.
Así las lleva siempre, aunque contrasta con su ropa bien cuidada. Usa pantalón de casimir, camisa y una chompa café. Su cabello luce impecable.
La apariencia de Chugchilán, de 30 años, es el resultado de la mezcla de sus tres oficios: pintor, triciclero y abogado.
Desde las 03:00 acude al Mercado Mayorista, en donde labora como triciclero. Allí preside la Microempresa de Tricicleros, Estibadores y Cuidadores Atahualpa, que agrupa a 110 indígenas de Cotopaxi y de Chimborazo.
A media mañana acude a su oficina, que la comparte con cinco ex compañeros de la universidad, para atender los asuntos legales de sus clientes.
En las tardes y noches pasa en su taller de pintura. En un rincón de su casa, ubicada en la Ciudadela Ibarra, en el sur de la ciudad, adecuó un espacio pequeño, donde solo hay una mesa.
Allí están 20 tarros de pintura de caucho, tres cofres de madera y pinceles de varios tamaños.
Con estos materiales pinta en tigua (cuero de borrego). Este tipo de arte se caracteriza por representar la vivencia de los pueblos indígenas. Las obras son muy coloridas. Por ejemplo, en uno de los cuadros de Chugchilán, una madre y un hijo indígenas pastan sus ovejas en el páramo. Los colores anaranjados, amarillos y verdes resaltan en el cuadro.
El pionero de este arte es el pintor Julio Toaquiza, quien le enseñó a su padre Francisco Chugchilán. Jaime Chugchilán recuerda que cuando tenía 12 años, su padre, un estibador del mercado de San Roque, organizaba exposiciones en el parque El Ejido.
Fue allí que se despertó su interés por las artes plásticas. Además descubrió que su habilidad para la pintura es innata.
En las mañanas estudiaba en la escuela 5 de Junio y en las tardes trabajaba como lustrabotas. Luego prefirió pintar en tigua. Los extranjeros le pagaban 50 000 sucres por cada pintura, el doble de lo que ganaba su padre.
A los 14 años, junto con su hermano Raúl, de 12, participó en el documental, ‘Los colores de tigua’, producido por el cineasta alemán Rainer Simon.
Las pinturas de los dos pequeños fueron seleccionadas entre 100 obras y luego fueron expuestas en el museo de Postdam, en Alemania. Este contacto le sirvió para obtener en el 2001 y el 2002 dos becas para estudiar por tres meses en ese país.
Desde entonces sus obras son cotizadas por el público germano. Si por un cuadro en el Ecuador le pagan USD 300, en Alemania recibe USD 900.
Junto con su hermano Raúl permanentemente organizan exposiciones para mostrar sus trabajos. Prevé en septiembre volver a Alemania para otra exhibición.
¿Por qué estudió leyes? Para asesorar a su padre, quien ejercía la dirigencia de la Asociación de Pintores y de Tricicleros. Le motivó ver que en su trato con ciertas autoridades muchas veces no pudo defender a sus compañeros por desconocimiento.
Para pagar sus estudios empezó a trabajar como triciclero y estibador en el Mercado Mayorista. Durante seis años, su jornada empezaba a las 02:00 y terminaba a las 06:00, porque a las 07:00 tenía clases en la Universidad Central.
Jaime Chugchilán siente que su esfuerzo “rinde frutos”. Su primer logro fue mejorar el trato de los compradores y comerciantes del Mercado Mayorista hacia sus compañeros tricicleros. Además, el l abogado los asesora legalmente, para mantener sus puestos en el mercado. Pero él no es el único artista del grupo. Con 12 de sus compañeros comparte su afición por la pintura en tigua.