Los siete canónigos que fueron escogidos para que participen -a las 12:00 de hoy- en el ritual del Arrastre de Caudas asumirán oficios de importancia.
Como todos los miércoles santos, la ceremonia se llevará a cabo en la Catedral de Quito y los sacerdotes, que vestirán túnicas, capa, cauda (cola de la capa magna) y cogulla (hábito exterior) representan simbólicas y antiguas funciones.
Monseñor Luis Tapia Viteri, ecónomo de la Catedral quiteña, dio los nombres de los canónigos del ritual de luto y triunfo de la fe. Su oficina, en el segundo piso del Museo Colonial de la Catedral (calle Venezuela), ha sido decorada con cuadros sacros. Resaltaba el de la Virgen Dolorosa.
Monseñor Tapia, encargado de la organización del ritual, es uno de los canónigos más antiguos: 20 años. Ofreció la primera pista: participarán jóvenes y ancianos, como un signo de continuidad del acto, que solo se realiza en Quito y en Sevilla, España. Lima dejó de hacerlo.
Primero saldrá monseñor Hugo Reinoso, el deán, decano o jefe; le seguirá Luis Tapia, el arcediano o segunda dignidad; vendrá monseñor Vicente Eguiguren, quien representa al chantre o cantor que lleva la gran bandera negra, de 6 metros, en la que está fijada la cruz roja, símbolo de la sangre sagrada de Jesús; a continuación el canónigo Gustavo Rodríguez, maestre de escuela, cuya misión es la evangelización del pueblo, representado en los feligreses que asistirán a la Catedral; después, el tesorero, quien guarda los tesoros de la Iglesia, espirituales y materiales (altares, imágenes, caliz…).
El arzobispo de Quito, monseñor Fausto Gabriel Trávez, escogió por sus méritos al canónigo Segundo Jiménez, pero falleció hace un mes. No se conoce su reemplazo. El grupo lo conformarán los religiosos más jóvenes, encargados de los oficios: Ramiro Rodríguez, párroco de Andalucía, asumirá el doctoral o la sabiduría; Justino Manosalvas se revestirá del penitencial, es decir, escuchará las confesiones de los fieles.
Monseñor Trávez, el personaje principal, vestirá la capa roja por el martirio de Cristo.
El origen romano
Monseñor Tapia recordó el remoto origen de la ceremonia: más de 2 000 años, en la época del imperio romano que gobernaba amplios territorios, incluidos Palestina y Jerusalén.
“Cuando un general romano moría en una batalla, la tropa conducía su cuerpo con los más grandes honores para darle sepultura en la ciudad de importancia más cercana”.
El jefe sobreviviente de la legión batía el estandarte sobre el cuerpo del héroe fallecido para captar la valentía, los méritos y el espíritu del general difunto.
Según Tapia, luego batía la bandera sobre la tropa de la legión romana para transmitir a los soldados la valentía, la dignidad y los valores del general muerto en combate.
Esta costumbre la tomó la Iglesia Católica por su hondo simbolismo para trasladarla a la liturgia de la Semana Santa.
En la visión de Tapia, “Jesús es el general que da su vida libre y voluntariamente por la salvación de la humanidad en el madero de la cruz, liberándola del pecado, de la muerte y de la condenación eterna con una muerte dolorosa”.
El Arzobispo de Quito, celebrante principal, recibirá con honores el cuerpo del Señor y conducirá, con solemnidad, al sepulcro, la Mesa del Altar.
Los canónigos del Cabildo Catedralicio, como la tropa del general que muere por la humanidad pecadora, asumida por la asamblea cristiana.
Ayer, en los alrededores de la Catedral, los fieles comentaban el suceso de hoy.
María Augusta Aldaz, jubilada, dijo que es una oportunidad única buscar la confesión por su trascendencia espiritual.
Lo mismo creía José Antonio López, un vendedor de lotería, quien aconsejó a los católicos y turistas que arribasen temprano a la Catedral, alrededor de las 11:00, “porque luego no se puede dar un paso”.
El bullicio de la Plaza Grande seguía con su ritmo habitual: peregrinaje de decenas de turistas extranjeros, vendedores ambulantes y oficinistas que salían a la hora del almuerzo.
Volviendo a la ceremonia de hoy, el grupo de canónigos se dirigirá al coro principal de la iglesia (detrás del altar mayor); se colocará en los puestos para cantar la Hora litúrgica de Vísperas, acompañados del coro de las monjas franciscanas (interpretará música gregoriana).
Los canónigos emprenderán el desfile de procesión, por el interior del templo, con dos acólitos acompañando a cada lado y un tercero al final de la cauda para recogerla.
Caminarán por la nave derecha, a paso lento, austero y de recogimiento. Pasarán por el trascoro a la nave izquierda hasta la puerta principal y luego por la nave derecha volverán al coro bajo. Se colocarán en dos columnas, frente a frente. Se entonará el himno Vexilla Regis, las Banderas del Señor, y el Arzobispo batirá la bandera, el acto cumbre.
En contexto
El acto que se celebra este día es uno de los más enigmáticos de la liturgia de Semana Santa. La razón es su misticismo y el símbolo que expresa el batir de la bandera negra: transmitir los valores y la valentía de Jesús, el gran general.