Los comerciantes informales llegan a La Ronda los viernes, a partir de las 19:30. Foto: Galo Paguay / EL COMERCIO
Siempre fue la calle de la bohemia, el camino que bordeó la quebrada
Jerusalén y que marcó el límite sur de Quito hace 200 años. La Ronda, a finales del s. XVIII acogió a aquellas actividades no-santas que Quito tenía: cantinas donde los músicos y poetas tocaban la guitarra y se embriagaban, y uno que otro prostíbulo. Así nació esta calle, que hoy es una de las más turísticas de la capital y que pide a gritos más control.
La Ronda fue bautizada en honor a una tradición medieval española. Al borde de las ciudades ibéricas había una calle por la cual los soldados hacían sus rondas vigilando las murallas. Lo cuenta Alfonso Ortiz, historiador, y puntualiza que a mediados del siglo XX comenzó un decaimiento muy fuerte de la zona, marcado por la falta de control, esa misma que hoy, luego de que la calle fuera recuperada y se volviera un polo de desarrollo turístico, ha regresado.
En La Ronda, hoy viven unas 160 personas. Son tres cuadras donde el visitante puede degustar comida típica del país, dulces tradicionales, juegos de antaño, música en vivo, entre otros, en un ambiente acogedor. Cada semana llegan más de 5 000 personas.
Son las 20:30 del viernes y la calle está a reventar. Abundan las ventas de artesanías, de ropa, pinchos, hamburguesas, canelazos y más. Se puede encontrar incluso chaulafanes a un dólar. Los comerciantes informales se ubican en carros y veredas y ponen sus productos sobre telas, en mesas o en el piso. En la calle se pueden encontrar empanadas y arepas a USD 1, y a USD 1,50 con café. También los tradicionales canelazos. La vía es angosta. No tiene más de 5 metros de ancho, por lo que el paso de visitantes se vuelve complicado.
Los dueños de los 96 locales comerciales de esta zona piden apoyo a las autoridades.
Ramiro Torres, presidente de la Asociación de Comerciantes y Artesanos de La Ronda y dueño del restaurante La Casa del Pozo, asegura que los ambulantes afectan a los negocios. Son cerca de 200 vendedores informales que casi superan en número a los legales.
Por esa razón, los miembros de la asociación y la directiva del barrio conformaron la Unidad de Gestión La Ronda y solicitan una cita con las nuevas autoridades del Cabildo, para dar a conocer la problemática.
Torres es dueño de una casa de tres pisos. Vive en el tercero y en las otras plantas funciona su negocio. Debido a los ambulantes, dice que sus ventas han disminuido en un 30%. Además, estos negocios generan ruido, desorden y basura.
Miguel Mafla, propietario del restaurante Los Geranios, coincide con Torres. Sostiene que desde que abundan los informales, las ventas han bajado al menos en un 40%. Hace falta -dice- iluminación en el sector de los puentes y control.
Al estar en una zona turística especial, los locales comerciales formales deben cumplir estándares altos tanto en la infraestructura de los establecimientos como en la calidad del servicio. Por ejemplo, deben tener mecanismos para aislar el ruido, botones de pánico, sistemas contra incendios, baños para personas con movilidad reducida, personal que hable inglés, entre otros. Además, pagan impuestos. Solo la tasa turística puede alcanzar hasta USD 500 al año.
Afuera, los ambulantes no cumplen ni pagan, lo que abarata el producto, y esto genera, según los dueños, una competencia desleal.
La Agencia Metropolitana de Control informó que en lo que va del año, en el Centro se han realizado 166 operativos y se ha sancionado a 13 personas por trabajar en espacio público sin permisos. Según los propietarios, no es suficiente.
Los dueños de los locales contrataron guardianía privada. Cada local pequeño paga USD 10 y los grandes USD 20, para cancelar a cinco guardias.
Carlos Blanco, comandante del Distrito Metropolitano, asegura que los comerciantes informales no generan problemas de inseguridad, pero al haber tanta aglomeración de personas, los delincuentes pueden infiltrarse. En esa zona, el delito más frecuente es el robo a personas. Del 1 de enero al 21 de mayo, de los 154 delitos ocurridos en el Centro, 99 tiene que ver con atracos a la gente.
La Alcaldía indicó que se está generando un proyecto de censo de los comerciantes autónomos con un registro digital. El Municipio generó una plataforma digital de registro para los comerciantes como base para iniciar un proceso de regulación y reubicación.
El urbanista Hugo Cisneros sostiene que si el problema no se soluciona, los negocios podrían quebrar, las casas quedar abandonadas y la tugurización que alguna vez reinó en la zona podría regresar. Y con ella, el trabajo sexual, la venta de droga y la delincuencia.
Es deber urgente de las nuevas autoridades -dice- voltear a ver a esta tradicional calle, evitar los excesos, las informalidades e impulsarla como punto de encuentro turístico.