Mayor riesgo de contagio en personas en mendicidad; no hay cifras oficiales

En la zona de El Trébol, varios ciudadanos extranjeros solicitan ayuda para comprar alimentos, a los conductores. Foto: Julio Estrella / EL COMERCIO

La pandemia llegó y el confinamiento hizo que el modo de subsistencia de Jaime (nombre protegido) se esfumara. El hombre, de 49, vendió jugo de coco durante 20 años en el parque La Carolina, cerrado tras la declaratoria de emergencia.
Desde entonces cuenta que no paga el arriendo del lugar en donde vive con sus cinco hijos, en La Tola. Por ello, todos los días, desde el paso al semáforo amarillo, se ubica en la intersección de Las Casas y Gaspar de Carvajal, al norte de Quito.
“Una ayuda por favor”, dice el pequeño letrero de fondo negro que muestra a los vehículos en cada semáforo rojo.
Lo que recauda le alcanza para llevar algo de comida, pero la deuda del arriendo crece. Esperaba acceder a las ayudas emergentes del Gobierno. Pero no está en el listado.
En abril, 14 201 usuarios recibieron el Bono de Protección Familiar, de USD 120. Y partir del 1 de junio, en el país, 127 907 usuarios, 23 082 de Quito, fueron habilitados.
No hay cifras oficiales de cuántas personas están en la situación de Jaime desde la emergencia. El Ministerio de Inclusión Económica y Social (MIES) respondió que realiza un diagnóstico. Solo en el Centro de Quito “existen normalmente 108 habitantes de calle”.
En un recorrido por la ciudad se constató que la mayoría de personas que pide dinero para subsistir dicen haber sido vendedores ambulantes, de nacionalidad venezolana.
En El Trébol, Luis (nombre protegido) viste una pantaloneta roja descolorida, chompa y capucha. El chef, de 24 años, se quedó sin trabajo hace menos de un año. Pero empezó a vender cargadores y audífonos en buses. “Sacaba para gastos , hoy no se puede hacer eso”.
Un pañuelo desgastado, como su pantaloneta, cubre su nariz y boca. Quizás esté así porque –repite– lo lava todos los días al llegar a su casa en La Marín. A las 07:00 sale de ahí y recién puede lavarse las manos pasado el mediodía.
Solo en El Trébol, otros cuatro extranjeros, todos exvendedores ambulantes, según relatan, piden dinero. Sus mascarillas tienen manchas de esmog, al igual que su ropa.
“Nos morimos con el virus o nos morimos de hambre”, dijo otra de las personas en el lugar.
La Asociación Venezuela en Ecuador levantó información de 9 700 familias venezolanas e identificó más de 8 000 en situación de vulnerabilidad extrema. Según Daniel Regalado, representante, hace dos semanas se terminaron las ayudas.
La pobreza pone en riesgo a estas personas, no solo frente al covid-19, sino otras infecciones respiratorias, señala el salubrista Alberto Narváez.
Al usar una misma mascarilla todo el día –explica– virus y bacterias que expele el sistema respiratorio se acumulan en ella e ingresan al organismo.
En casas sin agua para lavarse las manos y sin adecuadas condiciones de higiene –anota– el riesgo se triplica. “Eligen entre comprar jabón y pan”.
Ellos están expuestos a recibir más cargas virales, al vivir hacinados. Unas 200 partículas virales por minuto se expelen al respirar. “Si un infectado está en un cuarto chico con otros, el lugar se carga de virus en una hora. Para infectarse se necesitan en el ambiente 1 200 partículas del virus”.
Monedas y billetes pueden albergar el virus, anota el epidemiólogo Marcelo Aguilar, quien señala que al desplazarse de zonas con la mayor cantidad de casos confirmados, hay alta exposición, de ida y vuelta.
Las personas dicen que al llegar a casa lavan las monedas que reúnen, con agua caliente y jabón. Pero el médico recuerda que tocarse la cara es un acto involuntario y hoy riesgoso.
Frente a la condición de indegencia, visible en la capital, el Patronato Municipal San José ha realizado 4 155 acercamientos en las calles a estas personas, desde el inicio de la emergencia hasta el 21 de mayo;
1 640 de ellos, extranjeros.
La Organización Internacional para las Migraciones (OIM) y otras evaluaron las necesidades ante el covid-19. Han alcanzado a 409 hogares ecuatorianos, 451 colombianos, 667 venezolanos y 121 hogares mixtos. La mayor necesidad es la de alimentación (94% en venezolanos y 92% en colombianos). También, el acceso a empleo o medios de vida (51% en venezolanos, 50% en colombianos). Y vivienda (68% en colombianos y 43% venezolanos).
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