El matrimonio de Mónica Chuji con Alonso Lozano se desarrolló en Loja. Foto: Lineida Castillo/El Comercio
Dos semanas antes de la celebración del matrimonio había expectativa en el pueblo de Saraguro. Samuel Ortega, propietario del restaurante de comida ancestral Shamuico, puso en su muro de Facebook “Todos invitados a terminar el búnker (chicha) en la boda del médico, Alonso Lozano, con la licenciada, Mónica Chuji”.
Él pertenece al pueblo saraguro y ella a la nacionalidad Sarayacu y unieron sus vidas el pasado viernes 30 de enero del 2015, con una ceremonia andina que se realizó en la comunidad de Lagunas, a cinco minutos del centro cantonal de Saraguro, en la provincia de Loja.
Ortega acompañó ese mensaje con una imagen de los tanques donde se fermentaba la chica. A ningún familiar, vecino o conocido del pueblo le hizo falta tarjeta de invitación para vivir las más 24 horas de celebración. No fueron los únicos, también llegaron personajes reconocidos de la política como exasambleístas, prefectos, dirigentes indígenas…
La tranquilidad de la comunidad indígena se vio alterada. A las 12:30 del viernes 30 de enero de 2015 y al ritmo de la kipa (instrumento andino que servía para convocar), la pareja y familiares cercanos salieron de la casa de Miguel Lozano, padre del novio, en caballos, hacia el sitio ceremonial donde se levantó la mesa andina.
El ambiente estaba sombrío y algo frío. Los invitados les seguían como en procesión acortando camino por pastizales. Los tacones y algunos vestidos ajustados al cuerpo que vestían las amigas de la pareja, que provenían de otras ciudades, no impidieron que lleguen al sitio al aire libre, rodeado de imponentes montañas.
En un peñón de cuatro metros de alto, ricamente adornado con flores, piedras, hierbas aromáticas, velas y otros elementos se ubicó el templo ceremonial. Desde su cúspide hasta la parte más baja se tendió una alfombra roja que sirvió como camino, por donde subieron Lozano y Chuji para ser su matrimonio.
En ese entorno se destacó la chacana (cruz andina) de flores silvestres, el aroma de incienso que se regaba por el ambiente y las melodías de reafirmación matrimonial entonadas por los adultos de la comunidad con instrumentos andinos.
La ceremonia la ofició el yachac o sacerdote, Benigno Shingri, invocando al agua que representa la sangre de la tierra. También al aire como alimento de la vida, al fuego elemento de luz y a la tierra que es la fertilidad. Cinco minutos después del inicio del ritual un sol brillante se abrió paso entre las nubes para quedarse toda la tarde.
Para Shingri, la ceremonia andina es más importante que la unión conyugal, porque es la bendición para la nueva pareja con todos esos elementos sagrados de la naturaleza. El yachac ungió a Alonso Lozano y Mónica Chuji con esos elementos y les ofreció un brebaje especial que lo compartieron con los padres y padrinos.
No hubo anillos. Con una faja ancha de lana, tejida por un artesano de Saraguro, el yachac unió a la pareja y selló esta relación de más de cinco años de novios. Y enseguida, Ángel Cango, presidente de la comunidad, asentó este matrimonio con la rúbrica de los novios en el libro de registros de la comunidad.
En la ceremonia andina participaron miembros de la política ecuatoriana. Foto: Lineida Castillo/El Comercio
Cango también vistió elegante para esta ocasión. Usó zamarro, un ancho cinturón de plata y el bastón de mando que le entregó Jorge Lozano. Al finalizar la ceremonia, la pareja sin separarse de la faja que los unía, recorrió todo el entorno recibiendo lluvias de pétalos de rosas y las felicitaciones de los presentes.
Mónica Chuji -risueña y alegre- también saludó y abrazó a sus amigos de la política que llegaron de diferentes ciudades. “Gracias Martha y Nívea (ex asambleísta Martha Roldós y Nivea Vélez) por venir”… “Bienvenida María Cecilia (Alvarado, viceprefecta de Azuay)”. También asistieron el vicepresidente de la Ecurunari, Marco Guatel, y el prefecto de Azuay, Paúl Carrasco, entre otros.
Finalmente, la pareja regresó a caballo a la casa de los padres del novio donde se realizó la reunión de celebración con los familiares e invitados de la pareja. Al entrar a la vivienda otro solemne recibimiento. Los esposos recibieron las bendiciones y frases de felicitaciones arrodillados. Frente a ellos había dos mesas dispuestas para unas 30 personas cada una y están arregladas con flores en forma de una cruz.
Esas fueron ocupadas por hombres y mujeres, por separado, para más tarde regarse los pétalos entre ellos y finalmente servirse los alimentos. Hubo abundante comida propia de las dos culturas como caldo de res, chichas de yuca y jora, caldo de res…