Si transcurridos ya casi cuatro meses desde que estalló el escándalo de la “narcovalija” no se ha podido saber o al menos tener pistas sobre quién introdujo la droga en la Cancillería para colocarla en la encomienda, es porque alguien impide que aquello se sepa. O que alguien está esperando el momento más oportuno para que todo se conozca.
Resulta increíble que a estas alturas nadie haya logrado determinar quién entregó los vasos de Ruga la Tortuga al encargado de despachar la valija. También es difícil creer que hasta ahora no se haya podido establecer quién colocó los sellos de la Cancillería.
Han pasado ya más de tres meses y el tema sigue flotando en el misterio. Normalmente este es un trabajo que, en los países donde hay cierto orden jurídico, lo hacen las fiscalías. Averiguar quiénes ingresaron al Palacio de Najas ese día, saber quiénes estuvieron presentes cuando se selló el paquete y establecer la cadena de custodia de la encomienda no parece tarea imposible.
También resulta extrañísimo que solo haya detenidos en Italia, mientras que en el país donde se armó todo el operativo logístico no haya ni uno solo. Ni siquiera un canciller que explique en la Asamblea ni una Asamblea que le pida que explique.
El fiscal Galo Chriboga iniciará mañana un viaje a España para buscar apoyos para la creación una corte penal internacional, adscrita a la Unasur. Mientras se cumple con esa urgente y seguramente legítima aspiración de Chiriboga, acá aumentará el tiempo transcurrido con los misterios de Ruga la Tortuga vigentes.