El papa Francisco visitó el Palacio de Carondelet y ahí lo recibió el presidente Rafael Correa. Foto: Osservatore Romano
Ecuador, que estaba convulsionado por las protestas callejeras de la oposición, vivió un paréntesis durante los cuatro últimos días con la visita del papa Francisco, que en la primera parada de su gira sudamericana convocó a la unidad ante cientos de miles de fieles.
El líder de la Iglesia Católica, la de mayor feligresía e influencia en el país, se cuidó de no darle la razón a alguna de las partes, pero su llamado a la unidad fue interpretado por analistas como una forma de instar a que las cosas se arreglen por la vía del diálogo.
Tras la partida del papa hacia Bolivia, segundo y penúltimo punto de su gira de una semana, el ministro de Defensa, Fernando Cordero, afirmó con ironía que muchos estarán lamentando que el pontífice no criticara públicamente al presidente Rafael Correa.
Un referente de la oposición, el alcalde de Guayaquil, Jaime Nebot, advirtió por su lado que nadie debe intentar sacar provecho político de la visita, por lo que no está claro qué vendrá después del paréntesis.
Desde el domingo, cuando arribó a Quito, Francisco, de 78 años, desplegó una intensa agenda que comprendió dos misas campales y encuentros con la sociedad civil, el clero, los educadores católicos, el obispado y Correa.
El Papa, coincidieron observadores, estuvo incansable, sonriente y dispuesto a lo que él mismo definió como “darse a los demás”. En sus intervenciones, Francisco se mostró muy preocupado por lo que pasa con la naturaleza y resaltó en dos ocasiones la postura de la reciente encíclica “Laudato Si”, que pide el cuidado urgente del planeta.
Su primer discurso, corto, fue ante enfermos y discapacitados en el Santuario Divina Misericordia, de la ciudad porteña de Guayaquil, donde llegó el lunes para la primera misa campal de la gira.
Allí, en la homilía, reflexionó sobre la fuerza de la familia como principal escuela del amor.
Luego visitó al padre ‘Paquito’, amigo con el que hizo el primer viaje a Ecuador hace 34 años, cuando era el desconocido sacerdote argentino Jorge Mario Bergoglio.
La noche del lunes, Francisco regresó a Quito, visitó a Correa en Palacio de Gobierno y desde la Catedral bendijo a miles de creyentes que abarrotaron la Plaza Grande de la capital ecuatoriana.
El martes dio una misa campal ante más de un millón de personas en el parque Bicentenario de Quito, donde destacó que evangelizar es “nuestra revolución”. En el día se reunió con obispos, educadores y representantes de la sociedad civil.
El periplo ecuatoriano terminó el miércoles con una visita a ancianos que están al cuidado de monjas seguidoras de la Madre Teresa de Calcuta y con una reunión con el clero en otro santuario, el de El Quinche, donde pidió que las labores pastorales se hagan sin pedir dinero a cambio.
En las tres noches que pernoctó en Quito, Bergoglio salió con paciencia a dar la bendición a miles de quiteños que clamaban por ella.
En todos los actos públicos, el Papa tuvo un impactante acercamiento a las personas con gestos o saltos al protocolo para hacer contacto sobre todo con niños y ancianos a los que dio palabras de aliento.
Los cariños fueron recíprocos y las multitudes respondieron con flores y con el cántico “te queremos, Francisco, te queremos”. Con un ligero retraso respecto a lo previsto, Francisco viajó hoy a Bolivia, donde estará hasta el viernes, cuando siga con rumbo al último país de la gira, Paraguay.