De manera intermitente, en el Facebook aparecen temas políticos. Dependerá de lo que esté ocurriendo en el país o en el mundo. Facebook es el lugar donde los ciudadanos pueden expresar sus opiniones sobre determinados asuntos que se imponen en la agenda diaria. Y a veces queda solamente en eso: no deja de ser, como dice la canción, “un periódico de ayer”.
Así como un día se puede hablar de la orden de la Superintendencia de Comunicación al humorista ‘Bonil’ para que rectifique su caricatura, poco después se escribe sobre las cenizas del volcán Tungurahua o la sorpresiva muerte del actor Philip Seymour Hoffman.
Es algo que ocurre en todas las redes sociales, no solo en Facebook. Para el profesor de comunicación de la Universidad de las Américas, Pablo Escandón, “la agenda mediática que antes estaba en posesión de los medios se ha trasladado al Facebook y al Twitter“.
Pero la pregunta que ronda es ¿cuál es, si lo hubiera, el aporte de esta red social al debate político y, de ser necesario, a la movilización social? Rafael Polo, catedrático de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales, sostiene que su aporte es casi nulo. En realidad, es apenas un lugar para la opinión, pero no para el análisis o la reflexión política. Lo grave, sin embargo, es que muchas “opiniones permiten reactivar los prejuicios conservadores que se tiene de la política”, además de una “comprensión crítico conceptual que no se ajustan a los debates contemporáneos que se dan sobre el tema”.
Lo que predomina en esta red social es, en el fondo, lo promocional, dice Escandón. Polo coincide con él, aunque usa otra palabra: información. Y de ahí no se avanza mucho más. Se espera de cada “estado” un “like” o “me gusta”.
“Al final la gente se queda en casa, da un ‘like’ y cree que está en comunión con una causa”, dice Escandón. Y así, seguramente, aliviar su conciencia.
De ese modo, el usuario puede permanecer en el “anonimato”. Y esta palabra es, precisamente, difícil de entender en la lógica de las redes sociales.
Escandón sostiene que hay ciudadanías digitales, pero en Ecuador todavía es difícil de pensar en ellas, y menos aún con el Facebook. Por eso, pensar que pueda haber movilizaciones sociales como han ocurrido en otros países del mundo, no se puede hablar.
“Pero eso no quiere decir que no lo pueda hacer. Depende del contexto político y si la sociedad está cohesionada. Eso es algo que no ocurre aquí. En una sociedad dividida, y con una parte muy cohesionada al oficialismo, no se modifica mayormente el escenario”, añade Escandón.
Para Polo, la movilización llega a ser el límite de toda la discusión alrededor de un tema en Facebook. “Muy rara vez se encuentra una reflexión que intente comprender las variadas determinaciones del juego político en Ecuador o en América Latina”, sostiene Polo.
No sería, entonces, un modificador, no genera movilizaciones y si lo llegase a generar, es algo tan espontáneo que no repercute en una organización político-partidaria.
Y el caso de los indignados en el mundo europeo es eso: la carencia de una organización y proyecto políticos.