Entrevista a Patricio Moncayo, PhD. en Ciencias Sociales y docene de la Universidad de las Américas (UDLA).
Entrevista a Patricio Moncayo, PhD en Ciencias Sociales con mención en Ciencias Políticas por la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales. Docente de la Universidad de las Américas. Autor de Planificación, Desarrollo.
Esta ha sido una semana intensa. Hay nuevos ministros del Interior y de Defensa. La Asamblea llegó a un consenso en su agenda y una mayoría censuró al Fiscal General. ¿Cómo leer estos hechos, sobre todo desde el Gobierno?
Estos hechos le toman al Gobierno de una manera sorpresiva y generan un desfase entre la celeridad con la que se producen y su capacidad para anticiparse. Es como que estuviera a la defensiva frente a los hechos que van produciéndose. Eso marca un límite en la capacidad de conducción política por parte del Gobierno.
¿El cambio de ministros es una forma de oxigenar al Gobierno en el tratamiento de un tema delicado, en donde han habido errores?
Sin duda. Pero lo que está presente en el Ejecutivo fundamentalmente es lo inmediato. El Gobierno no solo necesita oxígeno para el corto plazo, sino que necesita visualizar más allá de la coyuntura. Y no solo al Gobierno, a la clase política representada en la Asamblea Nacional.
En las próximas semanas se enviarán los proyectos económicos a la Asamblea y eso será determinante para la gestión ejecutiva. ¿Allí estaría esa agenda que rebase a la coyuntura?
El plan económico que anunció la ministra (María Elsa) Viteri, aparece como aislado del tema político. Y el tema político parece desvinculado del económico. Luego de la consulta popular se suponía que un gran objetivo del Gobierno era afianzar su legitimidad y proponerse -a través del Consejo de Participación Transitorio- un desmantelamiento del aparato dejado por el expresidente Correa. Ahí tenemos un objetivo. Otro es cómo enfrentar la crisis económica; otro es cómo atender la crisis de la frontera norte. Pero da la sensación de que cada uno de estos se los trata separadamente. No hay un planteamiento integral que permita visualizar objetivos de mediano y largo plazo. Es decir, cómo articular ese conjunto de acciones demandadas por la realidad. El país requiere que el Gobierno defina una ruta de acción que articule estos elementos. Da la sensación de que hay una suerte de dispersión en la acción del Gobierno.
¿Cómo articular ese conjunto de acciones?
Eso tiene que ver con un déficit en el equipo. El presidente (Lenín) Moreno heredó -además de la deuda externa- un equipo que a veces no está sintonizado con las demandas del país. Los recientes cambios muestran un acierto en la designación de Oswaldo Jarrín como ministro de Defensa, por su gran preparación en temas de defensa y de seguridad.
¿Sucede lo mismo con el Ministro del Interior?
No parecería ser una persona que esté suficientemente a tono con la complejidad que en estos momentos tiene esta Cartera. Hay otros ministros que tienen preparación, como el de Hidrocarburos (Carlos Pérez), por ejemplo. Pero parece un equipo disperso y ahí se necesita un equipo cohesionado, no solo en términos ideológicos sino técnicos.
¿Se debieran aplicar otros cambios en el Gabinete para desligarse totalmente del ‘correísmo’?
La sucesión de cambios en el Gabinete puede generar una suerte de inestabilidad. El problema gubernamental en este caso es que se lo ha planteado exclusivamente desde el punto de vista ideológico. Es decir, los integrantes del Gobierno están o no con la línea planteada por Alianza País. Pero el problema más que de ideología es que debe nutrirse de una perspectiva técnica en lo económico, en seguridad, en lo político. Son temas que requieren gran preparación. El riesgo de no trabajar en ese sentido es improvisar, es quedarse en hábiles jugadas para sortear momentos difíciles que se dan en la coyuntura.
Aunque la relación Ejecutivo-Legislativo muestra mejorías, después de la ruptura que se produjo en Alianza País hasta antes de la destitución de José Serrano. Incluso ‘correístas’ y ‘morenistas’ votaron juntos en el juicio al Fiscal.
Sin embargo, la relación Ejecutivo-Legislativo se da en el plano de la micropolítica. Es decir, los partidos que pretenden liderar la Asamblea, sean de cualquier orientación ideológica, están pensando en capitalizar este momento en la perspectiva electoral del 2019 y del 2021. Ya se ven los intereses que existen en Guayaquil y Quito. En general, lo que preocupa es que la perspectiva de la clase política es de corto plazo, muy instrumental. No veo que haya un liderazgo democrático, que señale caminos.
¿El ‘correísmo’ no le deja al Gobierno de Moreno afianzar esa nueva hoja de ruta, aunque ya casi cumple un año en el cargo?
El correísmo fue un mal maestro. Hubo mucha improvisación y eso degeneró en todo este estallido de corrupción que hemos presenciado. Alianza País no se constituyó como partido político, sino que respondió a la voluntad del líder y eso no le dio sostenibilidad al llamado proyecto político de la Revolución Ciudadana. En definitiva, proyecto político como tal no existió y no ha habido sostenibilidad, y ahí están las consecuencias.