Redacción siete días
Este brasileño es para la literatura algo parecido a lo que una gran estrella pop es para la música. Un creador de ‘best seller’, el sueño de cualquier editorial, que en la mayoría de las veces no termina de convencer a la crítica, pero sí a los compradores.
Este hombre, adorado por millones y detestado la crítica académica, ha vendido hasta ahora 100 millones de libros. En 2003, según los registros de la revista Publishing Trends, fue el autor más vendido del planeta, con su libro ‘Once minutos’. Millones se lanzaron a las librerías el último jueves de septiembre para hacerse de un ejemplar de ‘El vencedor está solo’, su última novela.
Esas multitudes lo elevan a la categoría de ‘fenómeno editorial’ a un escritor de composiciones gramaticales simples, abundantes citas bíblicas (Salomón es citado repetitivamente en esta nueva novela, en especial la frase ‘todo lo que hay bajo el sol es vanidad’) y temáticas no muy novedosas.
‘El vencedor está solo’, por ejemplo, es una mezcla de novela negra -hay un asesino en serie suelto en Cannes- y de novela sobre personas que pagan un precio por sus sueños (él mismo reconoce en el prefacio que ese es un tema recurrente en sus libros).
‘El vencedor está solo’ es fácil de leer. A veces es entretenida, pero otras se vuelve cansina por el énfasis del narrador de dar lecciones de moral. Su lectura no puede ser más fácil: hasta los personajes, muy bien construidos (como Gabriela), no guardan ninguna sorpresa: sus motivaciones, sus sueños, sus características, todo se conoce desde el momento en que aparecen en la trama.
Un punto a favor del libro es su final: sorprende porque la forma en la cual se conduce la novela da a pensar que habrá un final feliz para unos, pero en realidad, el giro es otro.
Coelho tiene mucho de estrella pop, quizás contagiado en sus años de letrista, cuando grandes voces de la música brasileña -Ellis Regina, Rita Lee, Raúl Seixas, el padre del rock brasileño- cantaban las canciones que surgían de su pluma. Temas que hasta hoy siguen siendo éxitos.
En ‘El vencedor está solo’, Coelho habla de un mundo que no le es ajeno: la fama. La trata en un lugar que conoce bien, el Festival de Cannes, al que acude todos los años por su afición al cine.
En el relato, Cannes es escenario de varias luchas en nombre de la vanidad y el poder.
Son dos días en el balneario francés, donde el cine aparece poco y la trama describe cómo el lujo, la fama y los sueños de quienes están dispuestos a cualquier cosa por ser alguien en el cine llevan a la gente a perder su dignidad.
El narrador critica sin piedad a esos personajes que viven al límite. Es otra de las reiteraciones de Coelho: él siempre da testimonio de que vivió al límite y que solo encontró paz y armonía cuando se separó de lo superfluo y empezó a buscar las cosas simples.
Ese narrador, por ejemplo, se burla del ‘glamour’ del cine diciendo que los verdaderos poderosos de hoy, los que trabajan en Silicon Valley y tienen todo el dinero posible, usan relojes de plástico y jeans viejos.
‘El vencedor está solo’ termina con un gran vencedor. Con muchos vencidos. Y con alguien que cree vencer, pero que ha entrado en una trampa.