Reds. Loja, Ibarra y Manabí
La campaña electoral no alteró la vida en las parroquias. Lo único diferente que se notó en las últimas semanas fueron los carteles con las fotos de los candidatos, que aún se exhiben en los postes, en las fachadas de las casas…
Los parroquianos están más preocupados por solucionar sus problemas, como la falta de servicios básicos y la permanente destrucción de la red vial.
798 parroquias
están registradas en el país. En cada una se elegirá a cinco vocales principales.
Esto es evidente en la parroquia Imbana, en Zamora Chinchipe. Una vía de acceso angosta y enlodada, flanqueada por casas dispersas, conduce a la jurisdicción.
Para los pobladores es más fácil comunicarse con Loja que con Zamora. Para llegar se necesitan dos horas en camión. Por allí no circulan buses.
Para ir a Zamora, hay que transitar por un camino de herradura. Manuel Chalán (37años), un indígena saraguro, sabe que para llegar a la ciudad debe caminar cuatro horas desde El Tibio hasta Sabanilla, para luego tomar un bus. Este camino zigzagueante y empinado sigue siendo la principal vía de comunicación para los vecinos. “Las autoridades no se han interesado en construir una carretera carrozable”, dice Chalán.
Sin recursos
Los vocales que sean elegidos en cada parroquia, el próximo 14 de junio, se reunirán para designar al Presidente y al Secretario.
De entre todos los presidentes electos se escogerá al Presidente nacional, en una asamblea. Él permanecerá cinco años en esa función.
Las juntas parroquiales no manejan recursos. Su gestión se limita a facilitar la ejecución de obras, ante las alcaldías y los consejos provinciales.
Estos entes son más organizativos. Por ejemplo, en Tufiño (Carchi), la Junta Parroquial organiza a los vecinos para acceder a los cupos de gas de uso doméstico. Los vocales reparten los tiques y distribuyen.
Las 300 familias que habitan en la parroquia, entre mestizas e indígenas saraguros, llegaron hace 60 años a poblar la zona. Querían buscar tierras para la agricultura y ganadería.
Laureana Pineda (56) llegó a los 9 años y aprendió a trabajar en el cultivo de yuca, maíz y plátano. Las familias de Imbana son pobres y viven de la venta de animales menores y de la preparación de quesos. Los cultivos son para el autoconsumo.
El centro parroquial no tiene agua potable. Los pobladores beben agua entubada. El Municipio de Zamora no concluye, desde hace año y medio, un proyecto para mejorar el servicio.
Esta realidad es similar en la parroquia Chaltura, en Imbabura. Allí, Rosa Suárez cumple todos los días algo parecido a un ritual.
Todas las mañanas, a las 08:00, abre la llave de la lavandería, pone en fila los baldes y aguarda nerviosa en el patio de su humilde casa a medio construir.
De ese modo, ella y sus vecinos se abastecen de agua potable, en el barrio El Carmen. El líquido es escaso y fluye de 08:00 a 11:00, los lunes, miércoles y viernes. Los fines de semana, cada quincena, no tienen agua todo el día.
En Chaltura, el 70% de la población depende de la crianza de cuyes. En barrios como El Carmen, La Merced, El Incario, La Violeta, San Vicente… los caminos empedrados y de tierra tienen baches y las polvaredas afectan.
“Ojalá los nuevos vocales de la Junta Parroquial impulsen los asfaltados, pero sobre todo la dotación de agua potable las 24 horas”, dice Bolívar Costales.
En el barrio Central, donde se encuentran las viviendas y negocios levantados con arquitectura moderna, el agua fluye desde las 17:00 y se interrumpe a las 10:00 del siguiente día. Violeta Vilca, de 60 años, dice que toda su vida ha padecido por la falta del líquido.
También se queja porque cada vez que se detiene a un costado de la carretera, para esperar un bus, tiene que soportar el polvo que levantan los carros a su paso. Las vías de Chaltura están empedradas, pero hay tramos que son lastrados.
Mientras, en la parroquia Calderón, en Portoviejo, se conoce poco sobre las elecciones del próximo domingo. A Juan Carlos Suárez, le preocupa que aún no se haya podido combatir la permanente epidemia de leptospirosis. “El problema radica en la mala calidad del agua que bebemos”.
Rosa Santana vive cerca al río Chico. El agua que recibe por las tuberías proviene de pozos, sin ningún tratamiento.
Por ello, un buen número de amas de casa prefiere madrugar a las 04:00, para llenar las pomas con agua del río. Santana sabe muy bien que si va pasado el mediodía, el afluente ya está contaminado por la descarga de aguas contaminadas procedentes del camal. Freddy Silva tiene su quiosco de venta de encebollados en el parque central. Para su preparación compra agua en bidón.
Frente a su negocio está el dispensario médico del pueblo. “Me da pena, desde las 03:00 está la gente que viene de 26 recintos en busca de atención. Los turnos se entregan desde las 06:00”.
Su deseo es que en la parroquia se construya un hospital ambulatorio, con capacidad para atender en diferentes áreas.
Silva no puede ocultar su desazón. Con su mirada clavada en el dispensario, asegura que Calderón ha sido abandonada casi por completo, a pesar de que es una de las parroquias más pobladas de Manabí.