Olga Imbaquingo, corresponsal en Nueva York
La Organización de las Naciones Unidas (ONU) comenzó su primera conferencia internacional sobre la crisis económica y financiera.
Sin el respaldo frontal de los países desarrollados y sin la presencia de los mandatarios de las naciones más poderosas, el resto de miembros busca convertir a este espacio en el ideal y válido para debatir sobre un nuevo orden económico mundial.
Llegar a un consenso sobre el documento de 15 páginas que se debatirá hasta mañana no fue fácil y algunos diplomáticos ayer aseguraron que hasta última hora puede haber cambios.
El ambiente en las afueras de las instalaciones de la ONU evidenciaba que ésta era una cumbre de países pobres para países pobres, como algunos medios de comunicación estadounidenses la calificaron.
El “glamour” de limusinas, helicópteros cubriendo los cielos, cuadras a la redonda bloqueadas al paso vehicular y policías a granel ayer no eran parte de la acostumbrada parafernalia que se monta cuando hay cumbre internacional en la ONU.
Alrededor de 14 mandatarios confirmaron su asistencia en la plenaria y en los foros, donde es un hecho que se cuestionará la validez del Fondo Monetario Internacional y del Banco Mundial, como los organismos de control y regulación de la economía. Además, los países pobres los cuestionan por ser un club que solo tiene oídos para las naciones ricas.
De ésta cita no saldrá un nuevo orden económico mundial, pero será la gran oportunidad de que los países pobres envíen una voz de protesta, mientras la ONU quiere aprovechar para reposicionarse como el organismo legítimo de la mayoría de países del planeta y demandar que también es el foro ideal para debatir sobre economía y no solo sobre derechos humanos, paz y seguridad.