Rafael E. Rodríguez Sáenz
He analizado el texto del proyecto de Ley Reformatoria para la Equidad Tributaria del Ecuador, proyecto enviado por nuestra excelentísima primera, y deberíamos decir ahora, única autoridad, Rafael Correa, presidente de la República, y la conclusión a la que se llega es que se sigue persiguiendo cada vez más al inversionista, al empresario, al productor.
La ciencia de la política fiscal no es un juego de azar y de experimentos, la inestabilidad jurídica tributaria que causa reformas legales continuas y vertiginosas, hacen que la inversión extranjera disminuya, que los empresarios no aumenten sus capitales por temor a tributos al patrimonio, que no se genere empleo, que la estabilidad jurídica sea un sueño y no una realidad.
En cambio, una política fiscal bien encaminada, con principios doctrinarios fuertes, hace que un país crezca y que sus ingresos sean mayores, que exista trabajo, con políticas claras y leyes tributarias objetivas y estables, sin que se hagan reformas con el único ánimo de obtener dinero para el gasto corriente.
Sí; para el gasto corriente de los tributos existe el oficio Nº 660-SCM-MF-2009-4314 DM 602, con fecha 5 de agosto de 2009, dirigido al doctor Alexis Mera Gilbert, subsecretario General Jurídico de la Presidencia de la República, suscrito por la economista Isela Sánchez V., Ministra de Finanzas (encargada), en el cual le señala:
“Estos recursos generados por la aplicación de las reformas tributarias servirán para atender en parte los múltiples requerimientos del gasto público, dentro del presente ejercicio económico, como es el financiamiento del Bono de Desarrollo y otros gastos corrientes previstos por el Gobierno Central.
Qué barbaridad, los tributos para gastos corrientes, deberíamos preguntarnos como lo hacía un personaje de la ‘vieja partidocracia’: “¿Dónde está la plata?”, se ha esfumado el dinero del incremento del precio del petróleo, se fue al gasto corriente el dinero del IESS, con la creación de tanto Ministerio y Subsecretaría y de tanto empleado público.
Y ahora, como no hay dinero para el gasto corriente, es necesario buscar en los bolsillos del empresario, del inversionista, del productor, si este es el objetivo de esta revolución ciudadana, es mejor que todos los ecuatorianos vayamos pensando en comer fréjoles y atún todos los días, y que el Estado nos encuentre trabajo, y que nos adoctrine en las aulas, que nos diga qué ver y qué escuchar, que nos diga a quién valorar, etc, ya que no habrá inversionistas, productores, empresarios que nos den trabajo a lo ecuatorianos que independientemente de los ingresos del Estado vivimos del libre ejercicio profesional en un pobre país que cada vez se hunde más en la cloaca de los malos gobernantes.
DE LA FLACSO
Adrián Bonilla, Director Flacso Ecuador
El artículo de León Roldós que publicó EL COMERCIO, ayer, contiene imprecisiones que pueden conducir a la construcción de imágenes distorsionadas sobre Flacso y su papel institucional frente al Gobierno y la Ley de Educación Superior.
La publicidad oficial sobre la Ley, emitida durante los juegos de fútbol del sábado pasado, en ningún momento mencionó a Flacso ni ofreció detalles sobre la cantidad de doctores en la institución, como promocionó el abogado en su artículo.
La página web de Flacso no contiene el discurso de posesión del Presidente, y si lo tuviera, la institución no sería responsable del error que comenta el abogado. El rigor en las citas y referencias es indispensable en el mundo académico, sobre todo si hay el afán de hacer analogías. Como ex Rector, es probable que el abogado lo sepa. El autor tendría que corregir dicho editorial y también tendría que ver los partidos para poder referirse a situaciones que luego analiza. Si no lo hace, alguien podría ponerle el cero con el que cierra su intencionado texto.
Flacso no es una entidad que haga política contingente y no va a dejar que la involucren en ella. Es una organización pluralista donde sus profesores(as) e investigadores(as) tienen todas las posiciones ideológicas y toda la libertad para expresarse privada y públicamente.