Europa se prepara para un largo fin de semana de gestión de crisis: la ya interminable de deuda soberana en la eurozona y la del sistema bancario, que necesita una masiva recapitalización. Los jefes de Estado y de Gobierno de la Unión Europea (UE) intentarán evitar el colapso de la “constelación del euro”, aunque en Bruselas la sensación de desconcierto e improvisación es total.
Todo pasará en la capital belga en un tenso “weekend” del euro: el viernes se realiza un Eurogrupo, el sábado un Ecofin y el domingo, la cumbre de líderes de los 27 socios del bloque: hace años que no se recuerda una cita europea tan prolongada en el tiempo, pero el momento es especialmente grave. “Estamos en un momento crucial, un momento que podría ser decisivo no sólo para el euro, sino para el futuro de Europa.
Cada palabra que he dicho está bien elegida. No quiero dramatizar, pero quiero que todo el mundo asuma sus responsabilidades.
Estamos en un momento extremadamente delicado de la construcción europea”, aseguró este miércoles el presidente de la Comisión Europea, José Manuel Durao Barroso.
Sin embargo, entre bastidores, mientras el Viejo Continente sigue exhibiendo lentitud y falta de destreza para cortar la crisis de deuda soberana, dos de las principales agencias de calificación del mundo, Moody’s y Standard Poors han vuelto a escribir el guión a golpe de boletín de calificaciones, con la dureza de una maestro de escuela inflexible.
Y es que los 27 siguen de momento transmitiendo una impresión de improvisación, de geometría muy variable, adaptándose a cada momento según la circunstancia cual marinero que intenta atajar vías de agua en la nave, que surgen por todos los rincones.
Por ejemplo se habla ahora de un acuerdo secreto franco-alemán para ampliar el Fondo Europeo de Estabilización Financiera (FEEF), el fondo de rescate al euro, dotado actualmente con 440 000 millones de euros, hasta casi 2 billones de euros, para, en definitiva, fortificar ese cortafuegos circunstancial para el euro. Bruselas lo ha desmentido este miércoles, aunque con la boca pequeña.
También se intentará poner en marcha una amplia recapitalización bancaria en Europa, quizás por entre 200 000 y 300 000 millones de euros, tras el “crash” de la entidad franco-belga Dexia, que puso en evidencia la escasa fiabilidad de las “pruebas de esfuerzo” a la banca en Europa, realizadas en julio pasado, que dieron un “sobresaliente” a esa entidad.
“Esta es una crisis sistémica, hay que actuar rápido”, afirmaba la semana pasada el presidente del Banco Central Europeo (BCE), Jean-Claude Trichet, consciente de que la crisis de deuda soberana se ha extendido a la banca y podría seguir “mutando” a otros sectores.
Tan borrosa es la fotografía de la salud económica de Europa, que en poco más de un mes, los jefes de Estado y de Gobierno del bloque comunitario han tenido que admitir que, desde el otro lado del Atlántico, en Estados Unidos, dos personas tenían razón en lanzar la voz de alarma.
Primero, la directora gerente del Fondo Monetario Internacional (FMI), Christine Lagarde, cuando aseguraba que era “urgente” proceder a recapitalizar los bancos europeos, y después el secretario estadounidense del Tesoro, Timothy Geithner, que instaba a los europeos a aumentar la dotación del FEEF, para que fuera un robusto ariete anticrisis en caso de problemas en España o Italia.
La impresión, en general, en la UE es que todo funciona en precario. Grecia, ahogada en su propia crisis de deuda soberana y al borde de la quiebra, vive desde este miércoles una huelga general de 48 horas contra las últimas medidas de austeridad impuestas por la “troika” (Bruselas, el BCE y el FMI) a cambio de liberar más ayudas que salven al país del “default” (suspensión de pagos).
España ve como dos de las agencias que integran la segunda “troika”, la del ráting, Standard Poors y Moodys (además de Fitch) la tienen acorralada: la semana pasada Standard & Poors bajaba la solvencia del país en un escalón y este martes fue el turno de Moody’s, que pasó la nota de España de “Aa2” a “A1” (sobresaliente a notable alto).
El tratamiento inmisericorde de las agencias de calificación se basa en que, según sus previsiones, España podría entrar en recesión en 2012, un funesto vaticinio que compartía la semana pasada la agencia estadística francesa, además de varios gurús internacionales de la economía.
El dictamen de Moody’s es desalentador para Europa y sus líderes en cuanto a la gestión de la crisis de la eurozona, iniciada hace más de un año en Grecia: “No se ha presentado ninguna solución creíble a la actual crisis de deuda soberana de la zona euro y, en cualquier caso, llevará tiempo que se recupere totalmente la confianza en la cohesión política y las perspectivas de crecimiento en la región”, sentencian los analistas de la agencia.
De momento, parece que las presiones del comisario de Mercado Interior de la UE, Michel Barnier, para frenar el poder “excesivo” de las agencias de calificación, no está dando resultado.
Están, de hecho, con sus golpes casi constantes a la solvencia de los socios menos fuertes del euro, poniendo en evidencia que el futuro “gobierno económico europeo” (políticas monetarias y fiscales unidas) es más necesario que nunca, según los expertos, y sobre todo, con sus notas demuestran que son ellas, en la sombra, quienes, en gran medida marcan el guión económico en Europa.