Un soñador o un loco. Difícil definir a Oswaldo Cabrera, un ecuatoriano que en estos días hace una huelga de hambre en Nueva York. Su causa: una forma de protesta en contra de la ley de hambreque convierte en un delito criminal el no tener papeles en Arizona.
Soñador porque abrazado a su fe cree que su sacrificio puede conmover a la sociedad y a los políticos y al fin sentarlos a debatir sobre una reforma inmigratoria.Un loco porque todas las tendencias van en contracorriente, mientras su salud se deteriora con el paso de los días.
En Estados Unidos la huelga de hambre no es una opción para lograr cambios, pero en la memoria de Cabrera saltan como un resorte los ayunos del líder campesino César Chávez.
“Nadie lo tomaba en cuenta en un principio y luego hubo una corriente política y humana que abrazó la lucha de Chávez a favor de los derechos de los trabajadores agrícolas en Arizona”, dice Cabrera, quien está visiblemente pálido y cansado tras 24 días de huelga de hambre.
Unos 15 obispos y sacerdotes de varias denominaciones religiosas de Nueva York también encontraron en la huelga de hambre de tres días (comenzó ayer) una forma de protesta en contra del acoso que viven los inmigrantes.
El sacerdote luterano Fabián Arias informó sobre esa decisión al tiempo que elevó una oración durante la misa para que “Dios le dé fuerzas a Cabrera por su generosidad”. La decisión de Cabrera de asumir una huelga de hambre ha sido apoyada por las iglesias luteranas y protestantes. De sus bancas y sus alfombras ha hecho la improvisada cama para dormir y esperar que un dirigente político de “ojos azules y blanco” se interese y apoye su reclamo. Lo hace en la Iglesia Luterana de Sion, en Harlem, y en otros templos.Nació en 1968 en el caserío Gualleturo, en la provincia del Cañar. Su casa era de adobe, siempre a medio terminar.
La pobreza obligó a sus padres a emigrar al pueblo Jesús del Gran Poder, entre Cochancay y La Troncal, al sur del Ecuador.
Es hijo de un agricultor y una profesora de escuela que en las tardes lavaba ropa de otros para ayudar a sostener a la familia.
“Hubo días en que no teníamos qué comer y desde entonces me prometí que no tendría familia para que mis hijos no supieran lo que era irse a dormir con el estómago vacío, eso duele”.
Sin embargo, en California está a cargo de 16 hijos adoptados de los inmigrantes deportados, especialmente de Centroamérica.
Bajo la Coalición Latinoamericana Internacional, formada por varios samaritanos, se mantiene el albergue para cuidar y educar a los niños.
Incluso escribió un libro ‘Niños estadounidenses huérfanos por la migra’, donde no hay un despliegue de recursos literarios pero sí de historias de niños separados de sus padres y sus consecuencias psicológicas.
Una de esas niñas es Dulce María, quien quedó sola cuando su madre fue deportada. Este refugio se logró obtener gracias al negocio de reparación de alternadores de vehículos.
“Somos varios los que estamos en esta misión de dar cariño a los niños. Mi lucha es por ellos, porque no quiero verlos llorar cuando leyes injustas los arrancan de sus padres”. Hasta hace un año vivía en California pero es en Washington donde hay que hacer presión política y por eso se movió a vivir a Nueva Jersey, desde donde ofrece ayuda a familias centroamericanas y ecuatorianas.
Paola Leiva y Wendy Castro son dos madres de familia de Honduras que siguen peleando su deportación gracias a los consejos de Cabrera. “Fue él quien me convenció de que tengo el derecho de que me escuche un juez”, dijo Leiva, varias semanas atrás.
Ha sido jornalero en la construcción y en los campos agrícolas de California, donde llegó en 1996. Radiodifusor y ahora activista. También acaba de encontrar al buen “gringo de ojos azules y rubio” que le ayudará a empujar su causa: el senador estatal Brian P. Snack, quien llama a Cabrera ‘El Moisés de los inmigrantes’.
Dos indígenas chichimecas otimis de las tierras que un día fueron mexicanas acudieron a la iglesia Judson Memorial para sumarse al ayuno ecuménico. Hortensia y Elvira Colorado recordaron que solo los nativos son los verdaderos dueños de estas tierras, el resto todos son inmigrantes.