Una buena idea no es suficiente para emprender un negocio. Para identificar si esa idea tiene futuro y puede convertirse en un próspero negocio debe pasar la prueba del mercado, donde clientes, proveedores, financistas, etc., se encargarán de ponerle todos los obstáculos posibles.
Y cuando esa idea logra pasar estas pruebas, la siguiente barrera, y quizá la más dura, será permanecer en el mercado y crecer.
Las personas que tienen las ganas y la actitud para superar cualquier barrera son conocidas como emprendedores o empresarios, quienes tienen la cualidad de ver oportunidades donde el resto ve problemas.
El más reciente estudio sobre emprendimiento en el país data del 2009, un año de crisis económica internacional que también tuvo impacto en el número de nuevos proyectos de emprendimientos.
Las crisis suelen sacar a flote la iniciativa de las personas, sea por necesidad o también porque se abren oportunidades.
En ese año de crisis, un 32% de los emprendedores manifestó haber emprendido por necesidad y un 68% por oportunidad, según el Global Entreprenuership Monitor, un estudio que se realiza en 54 países para mostrar la evolución del emprendimiento.
Para estructurar este indicador se considera desde quienes tienen la intención concreta de emprender hasta aquellos que poseen una empresa joven. También incluye a empresas jurídicamente establecidas así como el trabajo profesional independiente y el autoempleo, es decir, a los emprendedores formales e informales.
Hasta hace dos años, en plena crisis internacional, uno de cada siete adultos ecuatorianos estaba planeando un nuevo negocio o poseía uno que tenía no más de dos años y medio de vida en el mercado. Asimismo, el 16,09% de los ecuatorianos poseía negocios establecidos con más de tres años y medio de funcionamiento, siendo esta tasa superior a la registrada un año antes.
El cierre y la salida de un negocio son parte de la evolución de las empresas y por tanto también son inherentes a la dinámica emprendedora. En Ecuador, el 6% de los adultos había cerrado un negocio en el 2009 debido principalmente a la falta de rentabilidad.
Sin embargo, el 55% de ellos consideró que existirían oportunidades de negocio en los próximos seis meses, y el 53% tenía la intención de emprender un negocio durante los próximos tres años.
La mayoría de los emprendedores comienza un negocio propio para lograr una independencia económica. De hecho, buena parte de ellos ya tenían un trabajo estable y ganaban más del salario básico.
A pesar de que con el pasar de los años los emprendedores tienden a prepararse, a la hora de iniciar un negocio no se requiere ser profesional.
Sin embargo, es una realidad que si aquella persona empieza un negocio con cierto nivel de estudios tiene enorme ventaja al momento de enfrentar el desafío de levantarla y expandirla.
Esto es clave en momentos de crisis, ya que las nuevas oportunidades se observan con más claridad cuando se cuenta con la formación necesaria para resolver problemas cada vez más complejos.
En esa tarea, empresas, organizaciones no gubernamentales (ONG) y entidades del Gobierno vienen participando para desarrollar nuevos proyectos de emprendimiento en el país. Y en ese objetivo no hay límites de edad. El apoyo comienza en la escuela, sigue en el colegio y continúa en las universidades. Quienes apoyan estas iniciativas saben que el futuro de los países está en la capacidad de sus ciudadanos para generar ideas que se transformen en empresas, las cuales generarán el empleo del futuro.
Esa tarea, sin embargo, es un proceso continuo y de largo plazo, que requiere la participación activa de tres actores fundamentales. Ahí están empresas privadas, instituciones académicas y entidades estatales que definan políticas estables de largo plazo.
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