Del armario tomó el pantalón jean azul y la camisa celeste que identifica a los trabajadores petroleros en Esmeraldas. Desde hace dos años, esas prendas estaban arrugadas y guardadas.
En el 2010, Gilberto Moya, de 61 años, fue cesado de sus funciones. Pero ayer volvió a lucir el uniforme. Él es uno de los 64 trabajadores de la Refinería que fueron reincorporados a sus antiguos puestos de trabajo, luego de ganar en un proceso judicial.
Fueron acusados de supuesto conflicto de intereses, dentro del caso conocido como Gaspetsa. Según la Secretaría de Transparencia, 628 trabajadores de la empresa estatal, en las diferentes filiales del país, tenían acciones en Gaspetsa, compañía que firmó en el 2005 un contrato con Petrocomercial para entregar combustible de pesca artesanal.
Ayer, Moya llegó a las 07:00 a la Refinería para marcar su ingreso. Era su primer día de trabajo después de dos años de ausencia. Llevaba 32 años en la estatal.
Lo primero que hizo fue dar un discurso frente a sus compañeros, en la entrada de la planta. “Queremos la unidad de la clase obrera de la Refinería, para que juntos alcancemos objetivos comunes”, dijo casi a gritos.
Sus compañeros se acercaron presurosos para llenarlo de abrazos y aplaudirlo. En la Unidad de Seguridad Ambiental, su antigua oficina, el escritorio estaba listo.
El viernes había hecho el reconocimiento del área. Lincoln Lara y Jackson Quiñónez, compañeros de Moya, le dieron un apretón de manos. “Logramos probar nuestra inocencia y eso es lo que cuenta”, contestó Moya mientras se aseguraba el casco de protección. Los trabajadores petroleros retornaron a sus puestos de trabajo, en la Refinería, desde el viernes 16 lo hicieron en Puerto Balao. El resto lo hizo en la planta.
En la puerta de ingreso al complejo había globos de distintos colores como si se tratara de una fiesta. El superintendente de la Refinería, Carlos Quinde, los recibió con una comida especial. “Cumpliremos con la resolución de la Corte Constitucional”, dijo.
Alrededor del patio y el comedor los obreros recordaron anécdotas y mostraron fotos antiguas. Guido Cruz, otro de los trabajadores reincorporados, recordó que cuando se crucificaron fuera de la Corte Provincial de Justicia de Esmeraldas pasó el peor momento de su vida.
“Mientras reclamaba por el reingreso, mi madre falleció. Ella estuvo apoyando las marchas que hicimos. Me duele mucho que no pueda estar aquí compartiendo este triunfo de la verdad”.
Boris Rosales, en cambio, tenía una amplia sonrisa. Cuando fue despedido tuvo que vender su casa y su vehículo para poder subsistir. Luego consiguió un trabajo de medio tiempo, que apenas le generaba ingresos para sus necesidades básicas. “Ahora la expectativa es seguir adelante y comenzar desde cero”.
Washington Viera, superintendente encargado, dijo que a todos los obreros que hayan sido favorecidos por el fallo judicial se les ubicará en la planta, aunque sus puestos ya hayan sido ocupados.
Moya dice que se encargará de velar y presionar para que esto se cumpla a rajatabla.
Testimonios
Francisco Salazar/ Servicios Administrativos
Para sobrevivir, luego de mi salida de la Refinería por el supuesto conflicto de intereses, acudí donde un amigo que tiene volquetes y empecé a trabajar como chofer. No sabía qué más hacer. Durante mis 25 años como trabajador petrolero, lo que aprendí fue a operar la planta. Mientras transcurría el tiempo las cosas se complicaban y llegué a pensar que no habría solución al problema.
Lo que rondaba por mi cabeza era cómo iba hacer para pagar las deudas y seguir manteniendo los estudios universitarios de mis hijos, que tuvieron que regresar de la capital a estudiar en Esmeraldas. Cada acción que realizábamos para exigir que se haga justicia con nosotros parecía que no iba a dar resultado, por todo lo que implican los procesos legales, y era cuando aumentaba la desesperación entre nosotros. La gente no puede imaginar lo que implica que de un momento a otro lo saquen del trabajo.
Iván Cedeño / Laboratoristas
‘Me ganaba USD 20 diarios para la comida’
Desde que recibí l el visto bueno de mi trabajo, las cosas no marcharon bien en la casa, porque había compromisos económicos que cumplir. Esa medida injusta implicó que mis hijos dejaran de acudir a centros educativos particulares, simplemente porque ya no había plata para pagar las pensiones todos los meses. El auto que compré después de 25 años de trabajo, y que era de uso personal, pasó a ser un carro de pasajeros.
Me ganaba USD 20 diarios para la comida. No hacía más porque trabajaba en las noches, cuando los controles policiales eran menores. En la mañana era poco lo que me hacía, pero con esos dólares estuve sobreviviendo mientras se esclarecía nuestra situación legal. La necesidad hizo que venda parte de los electrodomésticos de mi casa y estuve a punto de perder a mi familia, por la desesperación de no contar con el dinero para financiar la alimentación, agua, luz…