Las fuerzas del universo se alinearon el 2011 a favor del modelo económico de la revolución ciudadana: petróleo a precios históricos, materias primas con alta demanda en el mercado internacional, crecientes recaudaciones tributarias, créditos chinos, rusos, coreanos, etc.
Y como si fuera poco, también se contó con una Asamblea que aprobó leyes económicas trascendentales a imagen y semejanza del Ejecutivo, incluso sin ningún debate, como sucedió con la novena reforma tributaria.
En este escenario, el Gobierno dio rienda suelta a su modelo económico, cuya consigna fue gastarse toda la plata y, como la fiesta estaba buena, se pidió prestado a los amigos para continuar gastando.
No hubo empacho en aumentar los salarios, contratar más burócratas y mantener los subsidios generalizados a los combustibles.
Todo lo que el Estado recaudó por impuestos se fue en salarios y subsidios.
Si Ecuador fuera un país sin petróleo, el Estado no tendría plata para invertir, pues todos los recursos alcanzarían solo para pagar a la burocracia y subsidiar a los ciudadanos.
Pero la realidad es diferente. Ecuador tiene petróleo y este año ha sido de bonanza, comparable únicamente con el ‘boom’ de los años setenta.
En el 2011 los precios han bordeado los USD 100 por barril. Y por primera vez desde el 2007, la producción petrolera por fin dejó de caer.
Por eso hubo gran inversión en carreteras, puentes e infraestructura petrolera y eléctrica, créditos para vivienda, etc. Es decir, hubo plata para todo, excepto para ahorrar.