Redacción Cultura
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Sobre el escenario del Teatro Variedades, Guido Navarro ensaya movimientos, se acomoda a la forma del espacio, desliza sus pies envueltos en algunos calcetines… !Ay!… se detiene y el gesto en su rostro acompaña al breve dolor, “es mi rodilla, que a veces se zafa”. Con su voz tenue reconoce que el sueño es el territorio donde encuentra la clave de la vida. Una vida que debe ser como un circo y tener el ritmo del jazz, dice.
Cuando fui adolescente quería ser un loco o delincuente, muchos me impidieron, pero vi que el teatro es un acto liberador
Guido Navarro
Actor y directorUna vida que pudo ser la de un loco o un delincuente como anhelaba en su adolescencia. O talvez la de un poeta si su mochila no hubiera caído en el río Arno, en Italia, y el agua no hubiera desecho tinta y papel.
Hace 49 años nació en Atuntaqui, a 10 metros de una tola y con la magia del Imbabura amparando un destino. Vino a Quito cuando el rock pudo más que el pueblo chico. Aquí, el teatro fue una decisión consciente: empezó como aficionado en el centro cultural de Luluncoto, fue alumno en la Escuela la U. Central y en 1985 se fue a Italia, a la escuela del Circo a Vapore.
De vuelta en Ecuador tuvo su primera experiencia como director en ‘La Marujita se ha muerto con Leucemia’. La actriz Juana Guarderas, la marujita quiteña, lo considera un pedagogo muy bueno, un director con chispa creativa y un hombre coherente consigo mismo, que jamás se ha traicionado.
El teatro gestual, la comedia del arte, el clown y el circo son la base del amplio conocimiento del hecho escénico que posee Navarro. Un conocimiento que trasciende su formación y mantiene fuertes correspondencias con su interés por el estudio de culturas milenarias, de filosofía y de medicina ancestral.
Mientras conversa, en los camerinos del teatro, ha tomado un cetro de madera y empieza a dibujar en el aire la cosmovisión de los indios puquina (Perú).
Minutos después explica los niveles del teatro en relación con el universo y el encanto de la luna sobre este, el clown y los locos. Su palabra deriva en la familia, en la fuerte presencia de su padre y cómo los hijos siempre traen un mensaje; Navarro tiene dos, David y Caetano.
Guido Navarro es, sobre todo, un gran maestro. ‘Cocolo’ Revelo, su discípulo y amigo, dice que todo en él es una enseñanza, siempre hay que estar atento, pues siempre está dando pistas. “También dice que impartamos nuestros conocimientos a los que vienen detrás de nosotros”. Además, lo considera un pionero en las técnicas de teatro gestual, un generador de propuestas y de confrontaciones artísticas dentro y fuera de la escena teatral. “Es un observador del género humano”, concluye.
Otro de sus alumnos fue Carlos ‘Cacho’ Gallegos, para quien Guido Navarro fue la mejor puerta de entrada en el clown, “me mostró el teatro de una manera más lúdica”, dice.
Ahora Navarro sale del camerino, respira despacio, debe cambiarse de vestuario, va a interpretar ‘El loco y la virgen’.