Teleasistencia y encuentros barriales realizó el Sistema de Prevención, en Quito. Foto: cortesía del Municipio de Quito
A través de redes sociales, Romina, de 13 años, contactó a una persona que le ayudó a conseguir marihuana, en medio de la pandemia. El encargo, según relata el especialista en prevención de adicciones Diego Riofrío, llegaba a su casa; dejaban el paquete en un lugar específico y ella lo retiraba.
“La chica continuó consumiéndola, fue hospitalizada y ahora está en tratamiento para alejarse de las drogas”. Sus padres -cuenta- no sabían que las usaba; no tenían un vínculo fuerte con ella.
El núcleo familiar es un factor de riesgo o de protección ante esas sustancias.
En la Encuesta Nacional sobre Consumo de Drogas en alumnos de noveno de básica, primero y tercero de bachillerato, del 2016 (último dato registrado), se concluye que 9,65% de consultados, que dialoga con sus padres, no las usa. Y el 24,48%, con relación lejana con sus progenitores, sí las ha probado.
Romina sufrió el engaño de su amiga y de su novio. “Los conflictos familiares y personales, más el estrés, la ansiedad y el confinamiento por la pandemia son factores de riesgo que inciden en la decisión de consumir”, dice Riofrío, quien dirigió el Sistema Integral de Prevención de Adicciones de Quito (Sipaq) en el 2019.
Por ello -sostiene- se debe trabajar desde la familia, en donde se abordan problemas que los chicos enfrentan a diario y las soluciones.
Rodrigo Vélez, director Nacional de Parametría, encargado de la investigación del fenómeno socioeconómico de las drogas, coincide en que la prevención comienza en el hogar. Si los padres están ausentes será difícil que sepan de los problemas del hijo o reconozcan signos del consumo: alejarse de ellos, bajar de peso…
Vélez participó en la mesa de adicciones, parte del Acuerdo Nacional convocado por el presidente Lenín Moreno, a inicios del 2019.
En ellas se trabajó en torno a las políticas públicas. “La propuesta fue abordar este fenómeno sociocultural desde la salud pública y no solo desde la persecución y el castigo (cárcel). Aún no se han visto resultados de eso”.
En medio de la pandemia, la Asamblea aprobó la Ley Orgánica Contra el Consumo y Microtráfico de Drogas. La norma se publicó el 13 de agosto en el Registro Oficial.
Entre otros aspectos, establece que los gobiernos autónomos descentralizados o municipios deben implementar planes, programas y proyectos destinados a la prevención integral de las drogas, en especial, en grupos de atención prioritaria.
Estos deben enfocarse en la sensibilización y orientación a la comunidad, tomar en cuenta las diferencias de género, etnia, cultura y condición de reclusión o situación de calle. Y promover el uso adecuado del tiempo libre de niñas, niños y adolescentes, a través de actividades culturales, deportivas, recreativas y pedagógicas.
El Municipio de Quito, a través del Sistema Integral de Prevención de Adicciones (Sipaq), impulsa varias aristas. Una de ellas fue la formación de 1 400 líderes comunitarios, con quienes se trabaja en la identificación de las necesidades de los jóvenes, prevención y promoción de la salud. Otro eje es la atención en el Centro Terapéutico para tratar adicciones; allí se cuenta con psicólogos, trabajadores sociales y sociólogos.
Entre marzo y la primera quincena de octubre, dicen, no han parado, ya que se requería mayor contención por la emergencia sanitaria, causante de ansiedad y estrés. Habilitaron el servicio de teleasistencia. Registraron 7 826 comunicaciones, indica la coordinadora del Sipaq, Maribel Romero.
“Los líderes no dan solo charlas sino que se encargan de determinar necesidades y problemas en sus zonas, como violencia y abandono. Eso se busca combatir”.
Fundaciones como Caleb también se enfocan en los problemas de consumo. Acogen a 25 residentes; la mayoría comenzó desde la adolescencia.
Primero es importante un trabajo individual, ya que se debe reconocer que se tiene una adicción y qué los empujó a ella. “Los jóvenes principalmente lo hacen por curiosidad”. Luis (nombre protegido) está en el grupo. A los 17 años probó marihuana con sus amigos del colegio. A los 22 sufrió una sobredosis; estuvo delicado de salud. Pero, ocho años más tarde decidió dejar las drogas definitivamente. “Era hora de parar”.
El lunes 19 de octubre, este Diario pidió datos sobre resultados del Plan Nacional de Prevención, tratamientos y articulación con GAD al Ministerio de Salud. Hasta el cierre de la edición no respondió.